El profesor de la Universidad de Santiago José Ramón García Menéndez recuerda al ensayista y crítico literario uruguayo Ángel Rama, de orígenes gallegos, fallecido hace 35 años en un accidente de aviación en Madrid
27 nov 2018 . Actualizado a las 12:18 h.Ángel Rama, el compromiso de la crítica
El 27 de noviembre de 1983 el Boeing 747 de Avianca se estrella en las afueras de Madrid, cuando intentaba aterrizar en Barajas. El vuelo AV-011 de la compañía colombiana debería tomar tierra en su segunda escala hacia Bogotá. De 192 pasajeros y tripulantes, solamente sobrevivieron 11 personas. El trágico balance fue, en la esfera de las artes y las letras, aún más impactante cuando se supo que en la lista de víctimas del accidente se incluían los nombres de la pianista Rosa Sabater y de escritores como el peruano Manuel Scorza, el mexicano Jorge Ibargüengoitia, y el uruguayo Ángel Rama que viajaba acompañado por su cónyuge, Marta Traba, conocida crítica de arte argentina-colombiana. La convocatoria del presidente Belisario Betancourt para celebrar el primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana en Bogotá hizo coincidir a los escritores en el trágico vuelo.
Sin duda, hubo factores generacionales e institucionales que contribuyeron en un movimiento en el que Ángel Rama destacó internacionalmente. Ángel Rama perteneció a una saga de críticos literarios, de larga tradición en Uruguay: Zum Felde, Real de Azúa, Rodríguez Monegal, Ardao... Sorprende que en la dimensión del país charrúa pudieran coincidir -casi en una generación- especialistas literarios que asumieron una labor interdisciplinar (historiográfica, política, cultural...) que transcendió los límites nacionales y la mera reseña de libros.
Ida Vitale: «... ser humano y mujer / ni más ni menos»
En este contexto, la obra última de Ángel Rama representó un salto cualitativo en una trayectoria política y profesional que el accidente aéreo truncó prematuramente. Sus libros sobre la transculturación narrativa y la 'ciudad letrada' constituyen líneas de reflexión de impacto en los estudios culturales críticos en América Latina hasta la actualidad que nos conduce a la figura de Ida Vitale. A la escritora uruguaya, días después de cumplir 95 años, le comunican que es la Premio Cervantes 2018. Ida Vitale pertenece a la llamada «generación del 45» y, al igual que Ángel Rama -con el se casó, en primeras nupcias, en 1950- su trayectoria se forma entre redacciones de diarios y revistas (Marcha, Época, Jaque... en Uruguay; Uno más Uno, Vuelta... en México) y una continua carrera literaria con numerosos libros de poesía, ensayo y crítica literaria.
Ida Vitale es reconocida como la depositaria del legado poético femenino iniciado, en Uruguay, por Delmira Agostini, María Eugenia Vaz Ferreira y Juana de Ibarbourou. En 1974, tras el golpe militar, se exilia en México donde permanecerá hasta 1985. Una de los hechos sorprendentes, con la normalización democrática en Uruguay, es el silencio con el que se envolvió el retorno de Ida Vitale del exilio mexicano. Sin embargo, la escritora retoma con sesenta años una larga y fecunda obra poética y crítica, construyendo una biografía intelectual tan densa como discreta en un país convulso por la transición democrática como por la permanencia de rasgos sociales decadentes. Hubo que esperar varios años, pero desde 2009 los reconocimientos internacionales se acumularan a velocidad de vértigo: Premio Octavio Paz, Premio Alfonso Reyes, Premio Reina Sofía, Premio García Lorca... hasta el Premio Cervantes de 2018, año en que no se ha concedido el Nobel de Literatura con lo que el galardón adquiere aún na mayor resonancia. La misma Ida Vitale concluiría con íntima satisfacción en que «...uno llama azar / a su imaginación insuficiente».