Descarrila el tren emocional

miguel anxo fernández

CULTURA

12 nov 2018 . Actualizado a las 08:14 h.

Vivas mueve bien la cámara e incluso consigue parecer elegante, pero desde Secuestrados (2010), no acaba de hacer un pleno. Tu hijo no iba a ser menos. Otra vez un buen acabado formal se diluye con un guion con sabor a oportunista. Los textos de Alberto Marini, aquí coguionista, suelen tener ese problema, saben a refritos y casi siempre te inducen a pensar en dónde los viste antes… Esta escena, aquel diálogo. En aquel tan buen serie B como reaccionario -El justiciero de la ciudad (Winner, 1974)-, Bronson era un ciudadano común, un arquitecto al que provocan un trauma familiar y empieza a cargarse chorizos. Aquí Coronado es un médico con una estrecha relación con su hijo, al que dejan en estado vegetativo de una paliza. El buen doctor considera llegado el momento de aparcar el bisturí, ponerse en modo venganza y dar con las bestias que le destrozaron la vida. Como la policía pasa de todo, pues al tajo.

De tratarse de un convencional thriller de género, tendría un pase, que el cine se nutre de bravuconadas así porque todavía hay clientes que las consumen. Pero no, Vivas y el citado Marini intentarán colarnos un chute de reflexión moral, una disección social del porqué de muchas cosas que ocurren en la sociedad de ahora, valiéndose de un Coronado, que actúa bien y eso es lo peor, interpreta y se nota. Ya comenté en la crónica de su estreno mundial en la reciente Seminci, que se pasea por el metraje con cara de vino picado, como invitándonos a que nos lo creamos: «Mirad que cabreado estoy con este lío…». Si en los primeros minutos la historia transita los caminos del drama, en su segunda mitad vira a thriller sin renunciar a las zancadillas, la principal de ellas, el desenlace, que nos quedamos con las ganas de citarlo para evitar espóiler. Por último, y en eso si que funciona mejor, las mujeres. Madre, hija y novia, logran finalmente que Tu hijo no sea un desperdicio y se quede en un filme al que los años, cuando la memoria flojee, quizá lo redima al liberarlo de referentes anteriores. Quizá, pero en lo emocional es para dudarlo.