Picasso, Seoane y De la Cruz: arte para debatir sobre límites e inclusión

pablo varela / A. A. A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

ANGEL MANSO

La Fundación María José Jove inauguró una muestra permanente de 115 obras

09 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

De Picasso a Castelao. De Miró a Luis Seoane. Y de Kandinsky a Ángela de la Cruz, entre muchos otros. Hasta 115 obras de artistas ilustres cuelgan desde ayer de las paredes en la sala de exposiciones de la Fundación María José Jove de A Coruña, que inauguró una muestra permanente en la que se indaga en el impacto de los límites fronterizos y también personales en el arte actual, así como de los siglos XIX y XX.

Impactan los nombres, pero también el mensaje implícito. La vida de los autores transcurrió, en muchos casos, en paralelo al exilio voluntario o forzoso. Y esas confluencias artísticas que emanaron de la emigración conducen al debate que se pretende en la fundación: la identidad, los territorios y las líneas divisorias como influjo en las obras expuestas.

Se busca crear sinergias para que colectivos en riesgo tengan una vía de expresión Un total de diez salas establecidas cronológicamente recogen conceptos del paisajismo romántico español, los inicios y el desarrollo de la Escuela de París, las vanguardias históricas gallegas, seguidas tras la dictadura por las culturas atlánticas de los 80 y una más contemporánea, Fronteras, enfocada a una colección sobre conflictos armados y los desplazamientos masivos en el planeta tras las dos guerras mundiales.

Identidad y migración

Susana González, comisaria de la exposición, reconocía los esfuerzos de la fundación por recopilar obras de «profesionales a escala internacional, nacional y de Galicia». De ellas, más de una sexta parte están ahora abiertas al público y de forma permanente en la sede de A Coruña. «Se propone reflexionar sobre aspectos vinculados al territorio como espacios en los que se construye la identidad cultural y el concepto móvil de migración. También, ampliando el ámbito de pensamiento, permiten hablar de aspectos vinculados a los límites materiales o simbólicos, del espacio interior», relataba González.

ANGEL MANSO

Así, los viajes de ida y vuelta de Luís Seoane desde Buenos Aires a España o la vida a caballo entre Nueva York y Cambados de Francisco Leiro viven dentro de la propia exposición. Y la pasión por lo indígena de Arturo Souto o la marcha de Maruja Mallo a Argentina con el estallido de la Guerra Civil. Pero también la vida de la coruñesa Ángela de la Cruz, «una de las más destacadas artistas españolas a escala internacional», apuntó González. De la Cruz sufrió un violento derrame cerebral en el 2006 y realiza sus trabajos en silla de ruedas desde entonces. Y esa intimidad de lo corporal, de las fronteras y los cambios internos, se ve plasmada en su obra, una pieza minimalista en relieve que alude a los cuerpos golpeados tras los desastres naturales. Y sí, a priori se trata de otro mensaje, porque el trasfondo remite al tsunami del año 2004 que asoló las costas bañadas por el océano Índico.

Exilio, migraciones y fronteras físicas y corporales tienen protagonismo en las obras expuestas Sobre este aspecto más vinculado a lo físico y humano quiso incidir Patricia Amil, responsable del área didáctica de la exposición. «La colección es una herramienta de disrupción del arte, también para cumplir los objetivos fundacionales de trabajar para la infancia, personas con diversidad funcional y colectivos en riesgo de exclusión a medida que las realidades sociales van cambiando», definía. Por ello, la otra intención de la muestra va enfocada a la inclusión por medio de la enseñanza. La Fundación María José Jove ha dividido este frente en dos con los programas didácticos Sinergias y Encuentros: el primero, ideado para que jóvenes de la ESO y bachillerato trabajen e intercambien experiencias con otros con diversidad funcional; el segundo, para que estos últimos mayores de 16 años fomenten subdesarrollo cognitivo y emocional por medio del teatro, la música o la fabricación de objetos.

En ese esfuerzo por emplear el arte como vehículo de aprendizaje y comprensión mutua se han barajado actividades para personas con discapacidad visual como el disfrute de obras susceptibles de ser tocadas, pero también hasta siete tipos de visitas dinamizadas para estudiantes en edad de infantil, primaria, ESO, bachillerato y educación especial, además de iniciativas para colectivos de adultos que, por ejemplo, en las tertulias del mes que se celebran cada miércoles, dispondrán de la posibilidad de conectarse en directo por Internet con alguno de los autores.

Semeja, en definitiva, una vía alternativa para conectar a la sociedad y, en especial, a aquellas personas en peligro en un contexto de globalización. Y es que, como parecía explicar otra de las obras expuestas, el Time will Never be the Same, de Félix Fernández, la búsqueda del particular sueño americano de cada uno pasa por reflexionar y empatizar con los demás.