El glorioso principio del fin beatle

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Con «The White Album» los Fab Four empezaron a trabajar de manera individual, anticipando el final del grupo pero dejando una obra genial

09 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las cosas no iban tan bien como en otros tiempos y la técnica ya permitía los registros individuales, sin la necesidad de estar los cuatro en el estudio a la vez. Así The Beatles empezaron 1968 sin una idea cerrada de lo que querían hacer y sin sentirse cómodos juntos. De ahí salió White Album, un trabajo que rompe con las ideas cerradas de sus predecesores y explora el sonido sin más hilo conductor que la genialidad de sus creadores.

Sí, pese a todo, el genio sobrevoló esta colección de 30 canciones que, tal y como recuerda Paul McCartney en la reedición que hoy sale a la venta, «marchaban en nuevas direcciones sin un mapa». The Beatles venían de su experiencia con la meditación trascendental en Rishikesh, India, donde se compusieron muchas de las canciones del disco. Al llegar se encontraron con un clima de trabajo totalmente viciado. Yoko Ono asistía a las sesiones de grabación, dando su opinión sobre lo que hacía el grupo e interviniendo en algún tema como Revolution 1. El productor George Martin, exhausto, pedía apartarse unos días del estudio. El ingeniero Geoff Emerick dimitía en medio de la grabación. Y Ringo Starr se autoexpulsaba del grupo para incorporarse poco después.

Aún así, White Album terminó siendo un disco excepcional. Ese ambiente generó una dispersión total que convierte su escucha en un suceder de sensaciones. Desde las guitarras afiladas y cuasi heavys de Helter Skelter al clima festivo e infantil de Obladi Oblada. Desde la intrincada arquitectura sonora de la insuperable Happines in A Warm Gun a la cadencia lacrimógena de My Guitar Gently Weeps. Desde la experimentación extrema de Revolution 9 al rock ralentizado de su hermana Revolution 1.

Todo ese amalgama contiene las dosis de experimentación, humor, claridad, guiños al pasado y talento que el grupo ya había exhibido en sus álbumes anteriores. The Beatles resultaban ahora dispersos, pero igualmente adictivos. La fisura personal aún no había hecho mella en lo creativo. Simplemente lo había variado. Aunque Revolver (1966) sea el favorito y Sargent Peppers (1967) el icono, existen fans consideran a White Album como el mejor disco del grupo.

Cincuenta años después, deja un regusto agridulce. Se ve claramente que conduce a la disolución, en 1970. Un final que arrancó, eso sí, de esta gloriosa manera.