El Bosco, «devoto, moralista, burgués y poco leído»

HÉctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El historiador del Arte Isidro Bango imparte hoy en la Fundación Barrié una charla en la que desmitifica la figura del gran pintor flamenco

25 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«El Bosco era una persona súper piadosa y sus cuadros eran mucho más contenidos que cualquier sermón de la época. Se subía al púlpito un predicador y el lenguaje que empleaba era más subido de tono que las obras más extravagantes y lujuriosas que uno quiera ver en El Bosco». La afirmación es del catedrático de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid Isidro Bango (Ferrol, 1946), que imparte hoy (20 horas) una charla en la sede coruñesa de la Fundación Barrié sobre el gran pintor flamenco, al que despoja de toda irreverencia.

El profesor gallego advierte que Jheronimus Bosch es un pintor muy mal conocido y mal tratado pese a que es el que concitó un mayor número de visitantes en una exposición en el Prado; ni Velázquez, ni El Greco, ni Tiziano, subraya. Para Bango, la razón de tal popularidad estriba en el contenido de sus obras y la publicidad que se le da, que «coincide con las ansias del imaginario de nuestra sociedad, que busca el mundo de la fantasía, el más allá, el milenio, lo esotérico, lo mágico... Y esos temas atraen poderosamente. Los investigadores y divulgadores reaccionan buscando dar respuesta a lo que quiere el público». Bango sostiene que se analiza El Bosco, no con la realidad del personaje y lo que representó en su momento, sino con los prejuicios de hoy. «No están haciendo historia del Bosco. El gran error es no decir que están haciendo arte, sociología, estética del siglo XXI a partir de una pintura de otra época que significa otra cosa. ¿Es eso historia?, sí, pero del siglo del siglo XXI».

Además, deplora, obsesionados con el contenido, no se paran a analizar la calidad de las obras, con tal de que el contenido les interese. Y olvidan, dice, la forma en que da el color, las transparencias, la composición del paisaje, el tratamiento de las telas cuando llega a su madurez... «Pasan de puntillas sobre todo eso», incide para subrayar que lo que importa es el contenido. Y no como se interpretaba en la época, en 1516, por ejemplo, sino visto a través de «historiadores que aplican criterios que le interesan a la sociedad en que vivimos para que resulte más atractivo. La fantasía del Bosco que más se valora es la fantasía que ve el hombre del siglo XXI, pero no la que ve el de 1500».

Cuando lo que hace El Bosco, prosigue el investigador, es pintar la realidad de su época, con una gran personalidad, y que lo fantástico del Bosco, reseña, no es ni más ni menos que la gracia de un pintor ilustrando conceptos e ideas e incluso imágenes que en su época estaban al alcance de cualquiera. «Cuando ves un vegetal que parece una cosa absolutamente fantástica hay detrás un dibujo que le ha servido de referencia, que él lo hace más bello y le da un retoque personal que hace que sea reconocible como suyo, sin duda, pero el modelo, o el texto que lo explica como él lo va a reproducir, están allí». Que esa realidad puede ser el mito de la época... Pues un mito es un mito, pero si ya existía lo que hace es plasmarlo, y eso es casi tan naturalista como si copiase un árbol. Que es una ventosidad del diablo que expulsa las almas fuera, pues él reproduce esa ventosidad a su manera como podía hacerlo a la suya un naturalista cien años antes que él. Todo esto está en el lenguaje y en la manera de entender las cosas de aquel momento.

El Bosco es un hombre «devoto, religioso, moralista, burgués y poco leído». Y esa es la visión clásica del historiador español hasta finales del siglo XIX, recuerda Bango, que admite que se fue olvidando para dar paso al hereje que oculta un submundo. Y eso no es el Bosco, quien responde a lo que es la tradición pictórica de usar las imágenes con un sentido docente, pedagógico. «Algunas de sus obras a lo mejor no han sido pensadas para estar en una iglesia, pero sí en cualquier otro lugar o en la casa de un particular como elemento de devoción o meditación. Pero no he detectado en las obras del Bosco -zanja Bango- nada que sea irreverente, irreligioso, mágico o herético».