Christian Vásquez: «En el Sistema crecimos con amor por la música y el prójimo»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El director venezolano se pone al frente de la Sinfónica de Galicia hoy en Santiago y mañana en Vigo

10 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Orquesta Sinfónica de Galicia ofrece hoy en Santiago (Auditorio de Galicia, 20.30 horas) y mañana en Vigo (Auditorio Mar de Vigo, 20.30 horas) sendos conciertos con el venezolano Christian Vásquez (Caracas, 1984) como director invitado. El repertorio incluye la Quinta sinfonía de Chaikovski y el Capricho español de Rimski-Kórsakov, pero también piezas de compositores latinoamericanos como Arturo Márquez, Juan Pablo Moncayo y Zequinha Abreu, unidos por un hilo invisible de temas de música popular. El propio Vásquez, formado en el Sistema Nacional de Orquestas venezolano, se ha asentado en Europa -es director de la noruega Sinfónica de Stavanger- pero sigue comprometido con formaciones de su país y, especialmente, con el futuro de los jóvenes músicos.

-¿Qué diferencias encuentra entre dirigir en su país y en otros?

-La primera diferencia es que allá todos son venezolanos. En Noruega es como aquí: veinte nacionalidades diferentes y, conmigo, veintiuno. Las edades también cuentan: nuestras orquestas son mucho más jóvenes. En la Simón Bolívar crecimos juntos, desde el 98 hasta que nos convertimos en adultos. Y también influye mucho el clima, porque en Venezuela todo el año es verano. En Noruega hay días que llueve, está gris y llegan los músicos, o tú, que te levantas pesadísimo, y ahí entra en juego el director, para inyectarle energía y pasión.

-¿Qué es lo que hace distinto al Sistema venezolano?

-El maestro [José Antonio Abreu] es una persona que dio su vida por nosotros. Siempre creyó en los niños. Con nueve años ya estaban tocando la Primera sinfonía de Mahler con Simon Rattle en Salzburgo. Nosotros ensayamos de nueve de la mañana a siete de la tarde, todos los días. Aquí lo ven como que es demasiado, que los niños tienen que descansar. ¡No! Los niños son como esponjas, lo absorben todo y tienen energía. No vemos la música como un trabajo, sino como parte de nuestras vidas. Los que crecimos con el Sistema, desde que entramos con ocho años, hasta ahorita, no vemos la música como un trabajo. El maestro me dio una oportunidad, un instrumento gratis, clases sin pagar nada, de dirección orquestal y creyó en mí.

-Porque usted proviene de una familia humilde...

-Humilde. Mi mamá fue también mi papá. Se divorciaron cuando yo tenía seis años. Yo iba con mi mamá, que vendía lotería, ropa, tenía una bodega en su casa donde vendía cerveza, harina, todas esas cosas. Mi mamá siempre me apoyó y el Sistema estuvo siempre ahí para mí. El maestro nos dio lo mejor. Nosotros crecimos con ese amor por la música y por el prójimo. Cada uno en una orquesta es importante. Yo lo viví cuando aprendí el violín. La metodología del Sistema es que te ponen con un niño que tampoco es más avanzado que tú. Sin querer, te vas convirtiendo en un profesor. Es una cadena. Lo que yo te enseño a ti tú se lo enseñas a otro y por eso el Sistema ha tenido éxito. Y la constancia: no importa que llueve o relampaguee, siempre estás ahí para el ensayo.

-Hay quien defiende que en tiempo de crisis mejor sacrificar las artes y primar lo material...

-Pero es que la música es parte de nuestras vidas. Nosotros todavía estamos trabajando con el Sistema, con los niños que están en Venezuela, que lo necesitan. Cada vez que puedo voy a Venezuela para trabajar con ellos. A motivarlos. Todos sabemos la situación que estamos pasando, pero yo desde mi área, si puedo aportar algo, lo aporto.

-¿Y la mala situación que atraviesa el país también se nota en el Sistema de Orquestas?

-Muchos músicos se han ido de Venezuela. Son papás y quieren bienestar para sus hijos, pero también hay otros que se han quedado y siguen apostando por el país y el Sistema. Estamos pasando por una crisis. Parece muy fácil decir todas las cosas malas, pero, si puedes ayudar a un niño, a una familia a salir adelante, hay que hacerlo. Porque un país se construye como una familia, todos juntos. Uno espera que los políticos den todo, pero uno tiene que aportar. Es muy fácil que lo hagan todo y que estés en tu casa sin hacer nada. Pero hay que estar ahí para trabajar por tu país. Y por los jóvenes.