A las puertas del mundo

Marina Veiga

CULTURA

Marina Veiga. 18 años. Fene. Estudiante

24 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Era un verano caluroso, extremadamente sofocante en un pequeño apartamento al sur de un país desconocido. En el interior de la cocina, se escondía el motor del mundo, una mujer que no parecía cesar nunca de las tareas del hogar. A su izquierda estaba Fátima, una joven con mirada envejecida que la ayudaba. Esta, había cubierto su rostro con un antifaz de tinte oscuro que tan solo dejaba intuir la pequeñez de los ojos oscuros, poco acostumbrados a la luz de la humanidad. Más en la distancia, la pesadez de un cuerpo dormido sin gracia, yacía a pecho desnudo sobre el sofá descosido del salón.

En la distancia del incógnito, descansaban los ojos brillantes de la joven inquilina. Era Kala, la hija más pequeña de aquella familia de desconocidos que tras la puerta se cuestionaba el mundo. Kala se preguntaba por qué su madre había abandonado su puesto de enfermera en el hospital de pueblo, cuando había nacido su cuarto hermano. Pues ella siempre le relataba lo mucho que disfrutaba curando y salvando las almas vivas de aquellos inocentes. Kala no comprendía por qué, nunca había podido conocer el rostro oscuro de toda sospecha de su prima Fátima, el por qué de que jamás dejara que su voz fuera escuchada o cual era la razón para no poder disfrutar de la diversión de la juventud. La niña reflexionaba sin encontrar la razón de los enfados bochornosos de su padre, de los gritos de su madre cuando este golpeaba y amenazaba sin piedad, ¿sería ese su destino también? Kala siempre se había cuestionado la realidad de su vida, su amor por todo aquello que no le había sido permitido, y su incapacidad para comprender la paz entre tanta violencia. Y así estaba Kala, vestida de boda, adornada con la belleza de las joyas y el color, luciendo como una reina destinada a morir presa de las garras de un destino pactado.

Kala se había levantado aquella mañana preguntándose por qué debía casarse, sin haber nunca amado, deseado o sentido el palpitar de un corazón libre. Al fondo, la música de boda era adornada con el batir de las balas de un fusil, que mataba la paz de todo aquel que se atreviera a reclamarla.