El «soul» se despide de su reina

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

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La muerte de Aretha Franklin a los 76 años deja vacante el trono de la música con alma

17 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En el mundo del pop, tan proclive a las exageraciones del ego, que Aretha Franklin fuese conocida como la «reina del soul» no era ninguna hipérbole. Nadie más podría ocupar el trono que ha quedado vacío con su muerte, ni tan siquiera voces tan poderosas como las de Gladys Knight, Diana Ross, Mary Wilson o Tina Turner, contemporáneas que la han sobrevivido. La enormidad de su legado en canciones, influyente y perdurable -75 millones de discos vendidos-, sumada a su carisma como intérprete, la elevaron hasta convertirla en un icono en vida, sin necesidad de esperar a su muerte, para otorgarla la inmortalidad musical.

La voz de Aretha era su instrumento prodigioso. Una voz que habría brillado en cualquier género, pero que se bastaría para convertirse en sinónima del que la coronó soberana. Porque si el soul es la expresión del alma, Aretha encarnaba todos sus estados. Alegría. Tristeza. Desamor. Euforia. Rabia. Resistencia. Lo espiritual y también lo carnal. Esa voz excepcional encerraba todo lo que de humano tiene el ser, lo que permitía a cualquiera proyectarse en ella, en cualquier tiempo y lugar, aunque era una reina que sabía dónde estaban sus súbditos: entre la comunidad negra que se alzaba contra la discriminación, al igual que las mujeres que reclamaban la dignidad de la igualdad, especialmente aquellas que vivían doblemente marginadas, por su género y el color de su piel.

Coraje y obstinación

Pese a esa singularidad, y pese a los reveses de la vida, Aretha actuaba como si las suyas fuesen penas corrientes, a las que se enfrentaba con coraje y obstinación. En el 2010 le diagnosticaron un cáncer, la misma enfermedad de la que murieron sus hermanas, pero ella, tras unos meses de tratamiento, reapareció al año siguiente, dispuesta a retomar su trabajo como si nada hubiese pasado. Con recaídas y recuperaciones, mantuvo su agenda hasta que en el 2017 dio su último concierto. Esta semana fue hospitalizada en Detroit, en estado grave, y, aunque experimentó una ligera mejoría y pudo regresar a casa, ayer falleció en su hogar, rodeada de su familia. El pesar unánime en colegas y oyentes testimonia la trascendencia de una voz que conmovió a quienes alguna vez buscaron en ella la expresión de su propia alma.