«Megalodón», los bichos son para el verano

miguel anxo fernández

CULTURA

Vale, si la miras sin dolor y te dejas llevar, te puedes mondar con la risa

17 ago 2018 . Actualizado a las 08:25 h.

Bichos muy grandes, a la medida de las pantallas de los multiplex, que facturan más de palomitas, chuches y refrescos que con las propias entradas -estas van a porcentaje, lo otro es casi todo bote-, además del aire acondicionado para el verano. El de Megalodón es un tiburón prehistórico, que estaba tan pancho bajo una capa protectora en una fosa marina y ese depredador natural que es el hombre le facilitó una rendija por la que colarse y salir a picar algo... Alguien dijo que el producto -película no es- quedó como un híbrido de Tiburón (1975) y Parque jurásico (1993). Ambos a cargo de ese mago del cine que es Steven Spielberg, del que Turteltaub es sin duda un admirador, pero de eso no pasa. Pero además, la película, que se fumó 200 millones de dólares, en gran parte para CGI, es una coproducción con China, algo así como 1.300 millones de almas, que solo con que un 0,1 % se pasaran a ver a Jason Statham, Warner y sus asociadas harían una caja suculenta. No se trata de otra cosa, y la cinefilia que se mortifique con otras películas... ruinosas.

Llega a tal extremo la descarada operación de mercadotecnia, que este bicho colosal, con dientes como botas y capaz de mascarse una sofisticada jaula del tamaño de un 4x4, logra que nadie sangre... Es que más allá de unos cortes de tirita, la sangre se larga con viento fresco, intuyendo quizá que nada pinta en una película cuyo guion estremece por su simpleza. De propina, el piloso héroe en la piel de Statham, un tío que lo tiene todo cuadrado, capaz él solito de darse un garbeo por la sima y torear al bicho como antaño Dominguín a un mihura. Los cinco guionistas -sí, sí, toda una manita- se estrujaron las neuronas para rodear a nuestro valiente de varios personajes, claramente candidatos a ser merendados en el momento oportuno por su ilustre depredador marino. Vale, si la miras sin dolor y te dejas llevar, te puedes mondar con la risa. Como si aquellos añorados ZAZ de las parodias -Aterriza como puedas, Top Secret…- se hubieran propuesto cachondearse del tiburón de Spielberg. Así sí que funciona.