Billete de ida

María J. Pousada Freire

CULTURA

12 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con paso de viajero cansado la hilera de gente se desliza en zigzag lento hacia las ventanillas donde los agentes de Inmigration Services escudriñan pasaportes y visados. Lleva el corazón en la boca y en el monedero, doblada una y diez veces, la dirección impronunciable de una tía lejana de su madre que aceptó a regañadientes acogerla. Hace 15 horas que se subió al vuelo de Spantax y allí quedaban, tras la enorme cristalera de Alvedro, su madre y hermana despidiéndola con sigilo de adiós definitivo.

La cola avanza ondulante y excepto por el llanto de algún niño agotado, todos guardan silencio de patíbulo, deseando dejar atrás esas ventanillas y avanzar hacia una nueva vida, un nuevo comienzo. Ella nunca se imaginó que acabaría allí, en aquella cola, en un país extraño, con un idioma ajeno y aunque las señales estaban todas allí, ella no las vio. O no las pudo ver.... Como tampoco vio cuando después de cada bronca de novios, como él las llamaba y ella aprendió a aceptar, él se anclaba a sus caderas llorando como un niño desesperado, suplicando que le perdonase, que no sabía qué le había pasado y que no volvería a suceder más, porque ella sabía que pese a todo, la quería. Esa niebla que la cegó a los insultos, los gritos, las amenazas. Y ella empezó a encogerse al oírle entrar en casa, al sentir su roce cerca... maquillando el pómulo tumefacto que gangrenaba su alma. Y él ya no se aferraba a ella como un niño abandonado, sino que la acechaba con preguntas como «¿de dónde vienes?... ¡No me mientas!» Y ya no le pedía que no lo dejase, sino que antes de que me dejes te mato y me mato....

Nunca imaginó que una madrugada de calor pegajoso de septiembre estaría deslizándose en esta cola sinuosa, huyendo del pasado, ansiando el futuro. Desde la ventanilla, una mujerona levanta la mirada aletargada y con un gesto le grita «Neeext!!». Y ella, inspirando hondo, da un paso al frente.

María J. Pousada Freire, 53 años. A Coruña.