Dave Gibbons: «El humor debe ser irreverente»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Quique García

El autor del cómic de culto «Watchmen» rememora sus primeros contactos con la viñeta y la cultura de EE.UU.

04 ago 2018 . Actualizado a las 09:01 h.

Dave Gibbons (Londres, 1949) creó junto a Alan Moore Watchmen, uno de los cómics más influyentes de la historia. Su reciente paso por el festival Metrópoli de Gijón ratificó este estatus: ni una sola pregunta de su coloquio abordó otros aspectos de su trayectoria, en la que Gibbons ha abordado desde superhéroes clásicos a historias más personales. Entre ellas, The Originals, donde revisitaba su paso juvenil por el movimiento mod, una vinculación relacionada con el cómic.

-Los «mods» escuchaban música negra americana y usted leía cómics que venían de Estados Unidos. ¿Era parte del mismo proceso?

-Desde que tengo memoria soy fan de la cultura norteamericana. Conseguí mi primer cómic de Superman cuando tenía siete años. Lo que me fascinaba, además de las historias, eran los anuncios. Golosinas, bicicletas, pistolas de aire comprimido... toda esa fantástica cultura que estaba en algún lugar del mundo. Crecer en el Reino Unido después de la guerra era aburrido y monótono. La austeridad lo dominaba todo, incluso el racionamiento seguía cuando yo era niño. Pero también existía aquella promesa de un país increíble que estaba lleno de modernidad y color. Los cómics fue lo primero que descubrí. Luego vinieron los programas de televisión, especialmente los wésterns. Y luego me enamoré de la música, especialmente la música negra de baile: Motown, Stax, Atlantic. El año pasado fui a una convención de cómics en Detroit y visité Hitsville USA, las dos casas donde crearon todos aquellos discos. Fue como una peregrinación espiritual.

-¿Qué le atrajo de los «mods»?

-Antes de los mods los jóvenes aspiraban a ser adultos, a vestir como sus padres y a portarse como ellos. Pero todo se puso patas arriba cuando los jóvenes empezaron a ganar dinero suficiente para comprar su propia ropa y escúteres. Y, a partir de ahí, los mayores aspiraban a ser jóvenes, así que el cambio fue completo. Hoy en día hay tantas modas, estilos y grupos que ninguno puede ser especialmente influyente, pero en aquellos días o eras un mod, bien vestido y con el pelo corto, o eras un greaser, con el pelo largo y sucio, chaqueta de cuero y una moto ruidosa y contaminante. Eran bandos irreconciliables. Y yo era un mod y tenía alguna ropa, una escúter, estaba muy metido en aquella música.

-Los grupos «mods» hicieron su propia lectura de aquella música, igual que los Beatles, o los Stones y los Yardbirds con el blues, antes de regresar a Estados Unidos como la British Invasion. ¿Con los cómics pasó algo parecido?

-Fue exactamente eso, el mismo proceso, exactamente. Veíamos los cómic norteamericanos y pensábamos, «oh, yo quiero hacer eso». Era inevitable que cuando los copiabas añadieses trocitos de cosas inglesas, cambiásemos las cosas, lo mezclásemos. Y eso volvía a América cambiado, diferente, y parecía nuevo y emocionante. Y también tenía una perspectiva ligeramente outsider, una perspectiva británica de América. Cuando fui a Nueva York lo primero que me fascinó no fue la Estatua de la Libertad, o el Empire State Building, sino las bocas de incendio en las calles que dibujaba Jack Kirby, o los depósitos de agua sobre los edificios, que Steve Ditko dibujaba para que Spiderman pasase entre ellos. Era una importación para luego volver a exportarlo.

-¿Y cuáles son las características de esa tradición británica de cómic, que va de «Beano» a «Eagle» o «Battle», las revistas de IPC, en las usted trabajó?

-Creo que son muy irreverentes. Me parece fantástico que el humor sea irreverente, debe serlo, es su esencia. Había una especie de sensación de rebeldes underground en buena parte de la escena del cómic británico, especialmente con cosas como Charlie’s War, una versión de la Primera Guerra Mundial que no colocaba el foco en lo heroico, sino que la presentaba como algo terrible y que había arrasado la vida de tanta gente. Fue una visión novedosa de aquel conflicto. O personajes de cómic que estaban basados en villanos y asesinos de carne y hueso. En la ficción británica siempre ha gustado el criminal, el rebelde, lo subversivo. Desconfiamos de los políticos, preferimos reírnos de los policías patosos, siempre ha sido así. Y creo que es algo que inyectamos de nuevo en el cómic norteamericano, que no siempre había por qué cuadrarse ante la bandera y no todo el que llevaba un uniforme era un héroe al 100 %.

«Los políticos se esfuerzan por confinarnos en cajitas»

Con un pie asentado en cada lado del Atlántico, Gibbons es un buen ejemplo de esa libertad creadora que dejaría en evidencia la censura encubierta que muchas veces esconden las acusaciones de apropiación cultural. «A pesar de los esfuerzos de los políticos por confinarnos a todos en pequeñas cajitas, no creo que la historia fluya en ese sentido. Mezcla, expansión, apropiarse de cosas: así es como llegas a algo nuevo», afirma. «La cultura es internacional y global. Creo que un buen ejemplo de mi propia obra es Martha Washington, una mujer negra del gueto de Chicago. Yo soy hombre y vivo en una apacible calle británica, pero eso no quiere decir que no tenga derecho a una visión o un comentario y, de alguna forma, celebrar un personaje como ese», añade.

-Los «mods» escuchaban música americana, vestían trajes franceses y montaban escúteres italianos. ¿Ve una conexión entre los códigos de vestir de lo que se llamaba tribus urbanas y el «cosplay» actual?

-Lo interesante de los mods, y esto es algo que percibía inconscientemente pero que solo he racionalizado más tarde, es que era una forma de disfraz y de tener una identidad secreta. Si tenías el pelo grasiento, chaqueta de cuero y moto, estaba claro que eras un rebelde y así se lo demostrabas al mundo. Pero si eras un mod, lo que tus padres y la sociedad percibían es que eras un joven bien vestido y no percibían las sutilezas que subyacían a todo eso. Había un elemento de ocultación, de que no era lo que estaba a la vista. Y esto es un vínculo común a lo mod y los superhéroes. Creo que el cosplay es algo maravilloso, porque permite que la gente pueda tener una vida y una personalidad alternativas. También hace que puedan ser creativos, sin tener una habilidad para escribir o dibujar, crear un disfraz, un personaje, ir a una fiesta maravillosa donde dejar fuera el mundo normal. Sí, es fantástico tener esa vía de escape de la realidad.

-Y a la hora de elegir, ¿qué nos lleva a Superman o a Batman?

-Supongo que la elección no tiene por qué ser la mejor o la más sabia. Hay gente que tiene un aspecto fenomenal vestida de Superman o de Wonder Woman, ni siquiera creo que sea emular físicamente al personaje, sino que te parece un traje de lo más cool. Pero eso no es lo importante. Me gusta especialmente el cosplay más tosco, el que es obvio que es una versión casera, porque es una auténtica expresión de creatividad.