«Sicario, el día del soldado»: Con un aquel de Peckinpah...

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

El filme está trufado con secuencias de impecable redondeo, más allá de las propias de acción, a la altura del buen género

17 jul 2018 . Actualizado a las 08:02 h.

No es homenaje, no hay ralentí y, además, en un tiempo de cine tristemente correcto en Hollywood, los personajes pilosos, cáusticos y peleados con el mundo, ya no copean, no fuman y casi ni mojan... No, el cine de Peckinpah era de otra pasta. Pero se rastrea en Sicario. El día del soldado, digna secuela de la que en el 2015 firmó Denis Villeneuve, con todo lo diferente que es su estilo frente al del italiano Stefano Sollima, bien dotado para el thriller de personajes densos y tramas jugosas, como demostró con la serie Gomorra (2015) y el largo Suburra (2015). La relación de Alejandro (Del Toro) con Matt Graver (Brolin) puede recordarnos a la de Pike Bishop (William Holden) y Deke Thornton (Robert Ryan) en el wéstern Grupo salvaje. Aquello de los viejos tiempos y el crepúsculo. Aquí, dos hombres pegados a la realidad del crimen, a los que quizá acabe distanciando eso del interés general, y que, estando la CIA por medio, se convierte en sustancia muy tóxica. Y otra vez la frontera, espacio físico pero también territorio moral.

A ambos les encargan ir a por quienes trafican con personas, tan vinculados a la droga y los carteles. Quizá Taylor Sheridan -guionista de la memorable Comanchería (2016) y director de la notable Wind River (2017)- haya optado por simplificar el guion o quizá Sollima no acertara a equilibrarlo con el tono y el ritmo de Villeneuve. Va de amistad y sus códigos, pero también de sentimientos. Cuando Alejandro recibe la orden de eliminar a una testigo, algo se le remueve, más allá de sentirse traicionado. O cuando Matt toma una última decisión que lo devuelve a la solidaridad con su viejo amigo. El filme está trufado con secuencias de impecable redondeo, más allá de las propias de acción, a la altura del buen género. Marca también la diferencia la elección del polaco Dariusz Wolski para la foto, con un registro más sucio que la de Roger Deakins en la entrega anterior. Peckinpah la habría aplaudido y la cinefilia, también. Raro ejemplo de cine maduro en una industria en la que mandan los superhéroes, porque los antihéroes ya no interesan a nadie. O eso se creen en Hollywood.