Las máscaras de la guerra

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

«Nos vemos allá arriba» está dotada con un arranque poderoso y una delicada reconstrucción de época

01 jul 2018 . Actualizado a las 09:25 h.

Algunas películas sobre la guerra de las trincheras vendrán a la mente del espectador de Nos vemos allá arriba. Senderos de gloria, Johnny cogió su fusil o Sin novedad en el frente son definitivas sobre los horrores de la llamada Primera Guerra Mundial; sus decenas de millones de muertos tienen un halo siniestro y aterrador que no encontraremos en otras contiendas. El cine francés -no olvidemos que hubo seis millones de muertos y mutilados galos- ha insistido con valentía en ese aroma de atrocidad física, de puro picadillo. En Capitán Conan o La vida y nada más, por ejemplo. También se diría que ahora, el filme de Albert Dupontel -y la novela de Pierre Lemaitre en la que está basado- le hacen un homenaje a los cómics que Jacques Tardi ambientó en la Gran Guerra.

La historia comienza en Marruecos, durante 1920, y es un largo flashback contado por el personaje que interpreta el propio Dupontel, interrogado por un gendarme. Con sus recuerdos retrocedemos hasta 1918, al Frente Occidental del Somme, dos días antes del armisticio, cuando el villano teniente encarnado por Laurent Lafitte ordena una carga a pesar de haber recibido instrucciones de no atacar. En la masacre, un talentoso dibujante de 18 años, inexperto soldado al que da vida Nahuel Pérez Biscayart, recibe un impacto que le destroza la boca y la mandíbula. Su veterano colega (Dupontel) lo rescatará de la muerte.

Es cierto que a medida que avanza la narración, ya en tiempos de paz, emerge cierto espíritu Amélie de imágenes chocantes y preciosistas a lo Jeunet y Caro. Pero la belleza de los dibujos del joven artista mutilado -evocando a Egon Schiele- y la apabullante expresividad expresionista de las máscaras -diseñadas por Cécile Kretschmar- que el protagonista fabrica para ocultar el horror de la ausencia de media cara, son hermosamente tortuosas. Aunque nosotros nos quedaríamos con la cortante simplicidad de aquella humilde careta que se ponía Jack Huston, cerrando la puerta a su mejilla abierta en la serie televisiva Broadwalk Empire. Incluso así, y a pesar de un metraje estirado, Nos vemos allá arriba está dotada con un arranque poderoso y una delicada reconstrucción de época.