No va de tenis, va de ellos

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

«Borg McEnroe. La película», de Janus Metz, es una película que saborearán los amantes del tenis y también quienes gusten de la construcción de los personajes

25 may 2018 . Actualizado a las 08:10 h.

Francamente bien. Quienes gustan del tenis la saborearán. Quienes prefieran acercarse a la construcción de dos personajes y sus avatares, también. La suma de ambos da un filme intenso y que no te esperas, y sin asomar la pintura coyuntural que Hollywood suele aplicar a la ecuación biopic-más-deporte. Para empezar, es nórdica, planteada con un criterio que no prima el espectáculo aunque tampoco lo desprecie. Simplemente, lo pasa a un segundo plano, pero ¡cómo suenan las voleas!... El sueco Borg y el estadounidense McEnroe, dos grandes del tenis cuya rivalidad eclosionó en 1980, al protagonizar lo que algunos llamaron el partido del siglo en la final de Wimbledon. El veterano contra el casi principiante, dos caracteres como el día y la noche, como el frío y el calor. Es ahí, en su dibujo, donde el texto la clava y eleva la temperatura emocional del filme, más aun considerando que su director, el danés Metz, debuta en el cine de ficción aunque previamente se curtió como documentalista.

La trama se encarrila hacia un desenlace previsible, la recreación de la citada final, pero el guion se cuida mucho de darnos la vara con la raqueta y la bola para centrarse en apuntes sobre el carácter de unos rivales que en el fondo tienen muy poco de antagonistas. Al tiempo que asistimos a su presente en el circuito, a su entorno más íntimo y a sus reacciones, mediante flash backs se nos lleva a su etapa de formación para recibir respuestas a su comportamiento posterior, dentro y fuera de la pista. Mientras Borg tiene una infancia compulsiva que le provoca no pocos problemas, incluso la posibilidad de vetarlo para la competición, McEnroe es un tipo acomplejado y con baja autoestima. Sobre la pista, parecería lo contrario. Estamos ante otra película en la que prima su estructura y su tempo emocional -con inteligente tono artesanal- sobre lo que nos cuenta, sabido de todos con solo acceder a la Red, pero tocado con gracia narrativa y la suficiente tensión para dejar sabor de buen cine con dos actores que lo bordan.