El nombre del pianista Cecil Taylor aparece hoy entre los genios que impulsaron y consolidaron el free-jazz
07 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Era solo un montón de notas tocadas por las notas mismas». Si esto es lo que pensaba Miles Davis -que también desconfiaba de sus raíces en la música clásica- sobre las interpretaciones atonales del visionario pianista Cecil Percival Taylor (Queens, Nueva York, 1929), ¿qué no opinaría el público raso sobre aquella radical apuesta de improvisación? Aunque lo pasó muy mal ante tanta incomprensión, Taylor se lo tomaba con humor -era un poco filósofo, además de poeta- y cuando le preguntaron qué le parecía la forma de tocar de Davis, dijo: «Para ser millonario, no lo hace mal».
Uno puede entender bien aquella zozobra de sus inicios si lee el relato que César Aira escribió en 1987 titulado Cecil Taylor -que Roberto Bolaño aseguraba que estaba entre los cinco mejores cuentos que recordaba- y en el, que de algún modo, el narrador argentino expresaba su frustración por la indiferencia (o sordera) del público (o la audiencia) ante su propio trabajo.
Sin embargo, Taylor, como Aira, porfió en sus riesgos. Siguió con su defensa del jazz como magia -no como una construcción predecible pensada para el entretenimiento- y logró finalmente el reconocimiento universal, una larguísima carrera y que su nombre aparezca hoy entre los genios que impulsaron y consolidaron el free-jazz, como Lennie Tristano, Ornette Coleman, Eric Dolphy, Sun Ra, Albert Ayler, Pharoah Sanders, Charles Mingus, John Coltrane, Paul Bley, Muhal Richard Abrams o Anthony Braxton. Taylor falleció en la noche del jueves en Brooklyn, y deja tras de sí, a los 89 años, una trayectoria plena de coherencia, audacia y belleza que eclosionó en 1956 con el álbum Jazz Advance. Precisamente, uno de los que lo acompañó en aquella aventura de veinteañeros -y en otras posteriores, como Looking Ahead!, Love for Sale, In Transition, The World of Cecil Taylor, Air o Jumpin’ Punkins-, el bajista Buell Neidlinger, murió el pasado 16 de marzo. No menos relevantes en su camino de vanguardia fueron trabajos como Nefertiti. The Beautiful One Has Come (1962), los dos que grabó en 1966 para Blue Note (Unit Structures y Conquistador!), Silent Tongues (1974) o Momentum Space (1998).