Leiro, el cuerpo de madera inventado

H. J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El escultor cambadés inauguró ayer exposición en la galería Marlborough, en la que, en pos de los límites de la figuración, busca una mirada más hedonista del cuerpo humano

06 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La coherencia de la obra del escultor Francisco Leiro (Cambados, 1957) está fuera de toda duda. Más allá de quien le critica haberse estancado en la figuración, su peculiar visión expresionista -naíf, de algún modo, no únicamente por el gran formato que frecuenta- se ha impuesto exitosamente y es hoy perfectamente reconocible en cualquier lugar del planeta. El artista inauguró ayer en Madrid la exposición Cuerpo inventado, en la que, según anota el crítico Ernesto Castro -que firma el breve ensayo que abre el catálogo-, viaja en pos de los límites de la figuración «de una forma similar a cómo, en el ámbito pictórico, los buscaron Maruja Mallo o Max Ernst», dos de los referentes artísticos del creador pontevedrés.

Leiro juega en casa, y esa comodidad le permite cualquier audacia sin someter su pulso a tensiones. Y es que la muestra se ofrece en la galería madrileña Marlborough, que es como decir su casa por las veces que sus dependencias han acogido las propuestas del genial modelador de la madera. El escultor se encuentra en sus salas tan a sus anchas como en sus residencias de Nueva York, Madrid y Cambados. Y eso se nota incluso en cómo -con qué naturalidad- su obra ocupa los espacios en las estancias.

En una parte de las monumentales esculturas -también hay sitio para piezas minúsculas-, la figura humana aparece fundida con elementos de mobiliario como sillas, lámparas, repisas, taburetes en una comunión sujeto-objeto que, anota Castro, establece un continuo entre el ser humano y el resto de entidades que lo rodean, cosificando en cierta medida a las criaturas -¿dónde comienza uno y acaba el otro?, ¿qué separa lo orgánico de lo inorgánico?-. Algo que, subraya, sitúa las piezas al margen de los «tópicos obscenamente superficiales» que califican su obra como la del «escultor de los hachazos».

En la exposición se percibe una visión más teatralizada y lúdica del cuerpo humano, facilitada por esos objetos proyectados, la aparición de prendas de vestir, toallas (en el bañista, por ejemplo), complementos, detalles de gestualidad, la familiaridad de los retratados, o el motivo del doble especular (y el gemelo). «Después de esta última edición de Arco, en la que hice esas dos obras monumentales para denunciar la guerra en Siria, y mi trabajo anterior, quería poner un paréntesis. Y, sin dejar el terreno figurativo, hacer algo más lánguido, más hedonista, más post humano, un cuerpo inventado, con algo que heredé del surrealismo, donde están mis orígenes», explicaba ayer a la agencia Efe el autor.

«He buscado la gozada»

«He buscado la gozada -incidía en su charla con Carmen Sigüenza-, cuando las obras persiguen un mensaje o una denuncia se trabaja de otra manera, pero tampoco se puede hablar de sufrir, porque un artista no sufre; eso le pasa a una madre a la que matan a su hijo, o al que se le cae un árbol encima, pero no se puede decir que un artista sufra trabajando», matiza. Quizá esa benéfica atmósfera ha llevado a Marlborough a incluir en la muestra -además de 27 esculturas- 36 dibujos en los que Leiro trabaja con motivos de las piezas escultóricas, o son directamente bocetos, y que tampoco eluden esa mirada humorística tan cara a muchos de sus artefactos.

En ambiente tan relajado, Leiro expresó su sorpresa por los casos de censura que están afectando últimamente a la creación. «No entiendo nada, los artistas plásticos o los escritores que no dependen de ninguna empresa, que trabajan en la soledad de su estudio, pueden y deben hacer lo que quieran; otra cosa son los mercados. Estamos en una época rara, mucho ruido», concluyó para dar una oportunidad a la esperanza y el futuro al afirmar no sin humor que él «confía en la revolución de los millennials».

Castro celebra en su prólogo lo que llama «el post humanismo de Francisco Leiro», ensalzando su forma de abordar la figura humana, su experimentación con formatos y materiales, su conexión con lo literario y lo político, en una apuesta artística que se remonta en el tiempo cuatro decenios atrás y que desafía las convenciones y los manuales de historia -esos que preconizaron la absoluta superación de la figuración ya en la segunda mitad del siglo XX-.

Cuerpo inventado puede visitarse en Marlborough, en la madrileña calle Orfila, donde la obra de Leiro -piezas como Bañista, Escarranchado, Sementador, Desdoblamiento, Traspiés, Busto parlante, Gemela 1 y Gemela 2, Simeón deitado con gafas, Madama, Mesa ao lombo, Figura con banqueta de hierro, Moscón, Ponte, Tomás, White Shoes, Felipe, Kung Fu- seguirá instalada hasta el próximo 5 de mayo.