De reo fugado del castillo de San Antón a embajador en la China

HÉctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Rescatan el libro en que el político redondelano Juan Manuel Pereira relata sus viajes por el Extremo Oriente y que estaba descatalogado desde 1883

30 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El político pontevedrés Juan Manuel Pereira (Redondela, 1820-Ourense, 1896) es un personaje extraño, un diamante por pulir, en palabras del editor Eduardo Riestra, un ser olvidado porque su perfil difícilmente encajaba en lado alguno de la historia, un incómodo, un desconocido. «Es una alegría, una fiesta, descubrir a alguien así, poder rescatar la obra de un hombre que fue coetáneo de los grandes exploradores del siglo XIX, que dejó testimonio de sus viajes, y que además es gallego, sabiendo que España apenas ha dado esta clase escritores, aunque sea de un solo libro», celebra el director de Ediciones del Viento. Este libro es Los países del Extremo Oriente, y en él narra sus peripecias como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Corona de España -ostentada entonces por Amadeo de Saboya- en el Imperio de la China y en los Reinos de Siam y Annam. El texto no había vuelto a ver la luz desde que apareció en 1883 de la mano de la casa madrileña Gaspar.

Quien dio con esta asombrosa narración y alertó al editor fue el historiador Xosé Ramón Barreiro, que la leyó en las mismas fotocopias que había utilizado en su día el profesor Ramón Otero Pedrayo para inspiración de su novela O señorito da Reboraina (Galaxia, 1960), en realidad una biografía ficcional sobre el hidalgo don Xoán Manuel Pereira de Castro.

Y es que la vida de Pereira excede la del prototipo de embajador, la del típico político metido a diplomático. Progresista y republicano, partidario del general Prim, sus pioneras inclinaciones ideológicas le trajeron numerosos quebraderos de cabeza, desde varias huidas a Portugal -donde tenía familia y vivienda- a algún que otro confinamiento.

Uno de sus encarcelamientos tuvo lugar en el coruñés castillo de San Antón, acusado de conspiración en favor de Prim, a quien llegó a visitar en su exilio londinense (en 1867 partió en barco desde Vigo) y a cuya causa hizo cuantiosas aportaciones económicas. Sin embargo, el penal no desanimó su gusto por la vida muelle y el buen yantar. Fue así, recuerda Riestra, como negoció con Juana Ramona Barcia, propietaria de una casa de comidas coruñesa, que les suministrara en sus celdas, a él y a su criado, sus correspondientes comidas diarias, en las que no faltaba postre, vino, vino tostado y aguardiente. También le encargó dos colchones y un orinal de cerámica de Talavera.

Pese a que su estancia no era del todo penosa, se fugó de prisión y hasta se hizo acompañar de los centinelas, lo que habla de su empatía, su ingenio, su descaro, su audacia y su don de gentes. Huido de la justicia y disfrazado de mujer, consiguió acceder al Parlamento y allí ocupó su escaño para sorpresa de más de uno. Tal fue la impresión que causó que no lo detuvieron.

Pero de lo que habla Pereira en el libro es de su periplo oriental, de sus casi dos años de misión, en que describe, con desenfado y naturalidad, los lugares que visita en su paso por Hong Kong, Macao, Cantón, Manila, Bangkok, Saigón, Singapur, Pekín, El Cairo, Alejandría, Nápoles... Y, claro, durante esta gran aventura, encontrará momentos para exponer sus avanzadas ideas y para el recuerdo, de su Galicia natal, de su padre...