«Loving Pablo», bien contada, pero nada nuevo

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

El éxito de la serie «Narcos» de Netflix resta emoción a la nueva película de Bardem al no poder evitar una sensación de «déjà vu», quizá por centrar su foco en Escobar y menos en Vallejo

17 mar 2018 . Actualizado a las 08:51 h.

Si Bardem afirma que le llevó algunos años levantar Loving Pablo, se anticipaba así a la serie Narcos, una de las joyas de Netflix, cuya cuarta temporada anuncian para este año. Rodada en otoño del 2016, quizá el éxito de la citada serie estaba todavía en el aire, pero desde entonces Pablo Escobar regresó a la actualidad mediática, produciéndose la temida saturación del personaje, por mucho que la base del guion sea el libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, de la periodista Virginia Vallejo, amante del narcolíder colombiano desde la segunda mitad de los años 80. No es que eso invalide el producto, pero le resta emoción al no poder evitar una sensación déjà vu, quizá por centrar su foco en Escobar y menos en Vallejo, cuya peripecia habría resultado quizá más novedosa. Claro que esa opción restaría espectacularidad a una trama que tampoco va muy sobrada de acción, más allá de las consabidas escenas de crueldad, que en el cine de gánsteres iniciara el Coppola de El padrino (1972), o más todavía, en cuanto a refinamiento de la crueldad, el Scorsese de Uno de los nuestros (1990).

Expuestas esas consideraciones, que obviamente rebajan los niveles de entusiasmo ante el filme, extraña que León de Aranoa -autor de la adaptación- no haya cuidado el plano emocional, prefiriendo centrarse en Bardem y su muy óptima apariencia de Escobar, aunque las numerosas grabaciones y fotografías que se conservan no lo muestren con la mirada entre taciturna y convulsa que luce el actor. Cierto que esa suerte de apósito en su vientre desnudo e incluso sus correcciones faciales por momentos parezcan gruesos, pero eso no invalida sus esfuerzos por resultar convincente. Otro tanto, Penélope Cruz, con un margen de maniobra limitado. Que el director madrileño rueda bien es sabido -en su anterior Un día perfecto (2015) se muestra un narrador óptimo-, y ahí nada que objetar. Sus dos horas de metraje van como un tiro. Como notable es el diseño de producción. La taquilla le fue favorable en su primer fin de semana, con lo cual misión cumplida, que de eso se trata en este negocio.