Si no es Churchill, lo parece

miguel anxo fernández

CULTURA

En «El instante más oscuro», Wright y su guionista no apuestan por la Historia, con mayúsculas, simplemente nos cuentan una buena historia

26 feb 2018 . Actualizado a las 11:47 h.

Cuentan que vestir a determinados personajes es cosa de coser y cantar. Un látex bien maquillado con unos cuantos recursos -tics incluidos-, y el plato está servido. Cosas de falabarato... Más allá de que Churchill es un icono en sí mismo -recreado en el cine en numerosas ocasiones-, tanto por su apariencia física como por su atuendo, lo que acrecienta el desafío para un actor -Brian Cox, el más reciente para Churchill (Jonathan Teplitzky, 2017)-, Gary Oldman no solo se llevó el Globo de Oro al mejor papel dramático, sino que ya está entre los favoritos al Óscar. Realmente lo borda. Vamos ahora con el director, Joe Wright, encargado de ilustrar el guion de Anthony McCarten, centrado en la peripecia histórica de Winston Churchill en 1940, con su llegada a primer ministro en Gran Bretaña y el desastre de Dunkerque.

El británico Wright, debutante en el 2005 con la notable Orgullo y pasión, que en el 2007 hizo Expiación, más allá de pasión, y en el 2012 Anna Karenina, entre otras, es director de secuencias -algunas memorables-, pero también con una irritante tendencia al formalismo de chulería, aunque sin llegar a redondear una película. Recuerdas su cine por algunos momentos top. Con El instante más oscuro, aun sin renunciar a sus tics, quizá redondea su mejor faena. La secuencia en la que Churchill abandona el coche oficial para dirigirse al metro de Londres ante la sorpresa de los viajeros quizá sea la más impactante, pese a sus trampas históricas, que esa es otra. Conviene aclarar que estamos más ante una hagiografía. Sabemos que Churchill es algo irascible, muy entregado a su esposa y que entiende la política como el arte de lo posible -elige para ministros a políticos rivales dentro de su propio partido-, pero nada nos cuentan de sus fobias hacia el comunismo soviético y de su ideario fuertemente conservador, optando por centrarse en su obsesión con Hitler y en su defensa de la libertad a través de la Victoria, con mayúsculas. Pero no es un reproche, Wright y su guionista no apuestan por la Historia, con mayúsculas, simplemente nos cuentan una buena historia.