El ganador del premio Nadal: «Muestro lo mejor del alma humana»

Miguel Lorenci BARCELONA / COLPISA

CULTURA

MARTA PEREZ | EFE

«El humor es un arma mucho más poderosa que el drama», asegura Alejandro Palomas, el autor de «Un amor»

09 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Veinticuatro horas. Una familia. Una boda. Todo va bien. Una llamada. Todo se tuerce. Una noticia cae como la metralla y lo desbarata todo». Así resume Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) Un amor, novela ganadora del premio Nadal. «No es autoficción sentimental; es literatura con emociones y sin apellidos», dice abominando de la etiquetas este autor de 15 libros, casi todos con títulos cortos y tan directos como su estilo: Una madre, Un hijo (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil) o Un perro; un «alfarero de las emociones», que habla de sí mismo en tercera persona y se ve como «un mezcla de angelito y Mr. Spock».

-¿Es una novela rosa, como cabe suponer por el título?

-Para nada. No soy muy amigo de ese color. No es de los míos. Me gusta mezclar colores a paletazos. Cuanto menos te lo esperas hay un rojo. Piensas que se va a teñir de rosa, y aparecen el negro o el blanco, que es el color de la respiración. Mi favorito. Es un juego con muchos colores. Me aburrí del blanco y negro que daban la imagen de un Alejandro Palomas muy cobarde que no apostaba. Cumplidos los 50 lo que más me gusta es arriesgar y poner mucho color.

-La familia, ¿paraíso o infierno?

-Ambos. Son los pilares de la novela, como en la vida, que se vive en blanco y negro, sin arriesgar, cuando te da miedo. Todo lo demás es elección y riesgo. Cuando vives la familia como a mí me gusta, es un deporte de alto riesgo. Cada familia tiene su humor y el de esta es peculiar surrealista y nada rosa. Hay mucha emoción contenida y no es de violín.

-Una novela de una intensidad «muy Palomas», dice. Explíquese.

-Escribo novelas porque no encuentro las que yo escribo. Las que me gusta leer. Lo que no encuentro en el mercado lo fabrico yo. Un mundo Palomas en el que trabajo, ideo, vivo y escribo solo. Haciendo un juego de palabras, Palomas es muy Juan Palomo de la novela. No sé cómo definirlo, pero se refleja en lo que escribo. Nadal y Federer juegan con estilo propio. Palomas escribe con estilo Palomas. Un estilo que pocas veces hallo en otros novelistas. Una excepción es Agota Kristof.

-Una novela «para inyectársela», dijo al presentarla.

-Sí. La vida en vena. Un chute vital. Si te gusta la vida, te gustará muchísimo. Soy así en todo. Quiero provocar voracidad en el lector. Que quiera quedarse conmigo y saber más de Amalia y la familia que apareció en Una madre, en Un perro y ahora en Un amor. Mi madre me preguntó qué estaba haciendo. Solo supe decirle que estaba con la historia de amor más bonita que había leído nunca. Suena mal que lo diga yo, pero es lo que he querido escribir.

-¿Su lector reirá o llorará más?

-Reirá mucho más. Lo más difícil del mundo es hacer reír. Hacer llorar es muy fácil. No tiene secretos. Hago llorar a cualquiera en cinco minutos. Hacer reír es más complicado. El humor es un arma mucho más poderosa que el drama. En el humor hay compromiso. Cuando en esos horribles programas de televisión preguntan a la gente qué quiere de su pareja, mujeres y hombres siempre dicen: «Que me haga reír». No es casualidad. Es un latido inconsciente. La risa une para siempre. Si la mantienes, no se gasta nunca. El drama tiene un punto de saturación. El sensor humano dice basta ante el exceso de drama. Cuando te ríes siempre estás apostando por ti. Por eso es tan complicado hacer reír. Me encanta hacer reír en la vida y en la ficción. Sentir que tengo ese poder que hace entregarse al lector. Y sé que hay una parte de perversión.

-En su relato todo se tuerce un instante.

-Cuando crees que controlas la situación, la vida juega sus cartas, como en la novela. Los personajes son muy reactivos. Se reordenan sin descanso para llegar a mostrar su mejor versión. El desafío era que a través de la relación familiar llegaran a gustarse los unos a los otros. Es una apuesta por mostrar el mejor lado del alma humana. Me cuesta hacerlo porque a veces no creo mucho en ella. Pero ese era el reto.

-Autoficción sentimental. ¿Se reconoce en la etiqueta?

-No. Ni entiendo bien qué quiere decir. Es tan antiguo como la propia literatura. Natalia Ginzburg es autoficción pura. Nadie dice que haga autoficción sentimental y es lo que hace, como Marta Sanz en Clavícula. Mejor no poner apellidos. No existe ese género. Si le ponemos etiquetas, malo. Hago literatura.

-Velocidad narrativa, ¿está en la marca Palomas y en «Un amor»?

-Transcurre en 24 horas. Soy de distancias cortas. El núcleo es una familia cualquiera, de pocos miembros, en una ciudad cualquiera. Madre, dos hijas, hijo y novia. No tengo cabeza para muchos personajes. Me gusta imaginar las situaciones como algo teatral. Tardo cuatro meses en la escritura física de una novela, pero hay un trabajo anterior. Me han colgado el sambenito de que las escribo en un mes. Tan imposible como falso. No lo he dicho nunca.