Samanta Schweblin: «Lo más terrible del alzhéimer son los breves lapsos de lucidez»

Xesús Fraga
xesús fraga MADRID / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

Isabel Wagemann

La autora argentina disecciona en «La respiración» el final compartido de un matrimonio herido por la enfermedad

01 nov 2017 . Actualizado a las 11:05 h.

Páginas de Espuma presentó ayer en Madrid el primero de sus libros ilustrados, La respiración cavernaria, una historia en la que las bonaerenses Samanta Schweblin (1974) y Duna Rolando (1964) retratan en palabras e imágenes los últimos momentos de un matrimonio aquejado por el alzhéimer que sufre ella. Lola se dedica a empaquetar las pertenencias de una vida desde el convencimiento de que se avecina su muerte, en un clima de desasosiego que puede recordar a Casa tomada, el célebre relato de Julio Cortázar.

-Comparten esa sensación de amenaza velada, de inseguridad...

-Es que la primera edición de Casa tomada fue un libro ilustrado, era una belleza, y además en una época en la que no se hacían libros ilustrados para adultos. A mí la lectura de Casa tomada me impactó muchísimo y debió de hacer una mella importante. Lola tiene esto de ir armando cajas, como de ir cerrando habitaciones, y las cajas van tomando espacio y se lo van quitando a la casa. También hay algo en el género, el cuento extraño. Seguramente me debe de haber influenciado. No lo tenía en la cabeza cuando lo escribí, pero creo que a veces es bueno no tener esos cuentos tan importantes en la cabeza, es lo que te permite de verdad repensarlos o utilizarlos de manera inconsciente.

-La protagonista guarda sus cosas como si fuese a mudarse, aunque está convencida de que va a morirse. ¿Qué ocurre cuando esas cosas que nos han dado seguridad se pierden o desaparecen?

-Habría que pensar también hasta qué punto guardar todo lo que te tuvo en pie hasta ese momento no produce alzhéimer. Cuando te deconstruís, desaparecés. Cuando no tienes tus objetos, tus cosas, qué pasa con tu cabeza. El alzhéimer siempre estuvo en Lola de manera inminente y se dispara con todo esto.

-¿Cuál fue el germen del personaje de Lola?

-La última mujer de mi abuelo tenía problemas respiratorios muy graves, pero seguía fumando. Increíble. Y cuando respiraba hacía mucho ruido, era realmente una caverna. E, igual que Lola, para disimular, cuando soltaba el aire silbaba. Era una monstruosidad escucharla caminar. Me acuerdo de que yo sentía una gran angustia porque creía que en cualquier momento se me moría. Empecé a jugar con ella como personaje. Y en un momento de mi vida hice muchas cajas porque en mi familia se hicieron muchas mudanzas. Es increíble cómo todo eso se mete en un texto. Uno a veces piensa que es muy original, pero en realidad entre uno y su escritura no hay nada original, está todo mechado. Es como un espejo.

-Ella guarda sus pertenencias en cajas, a medida que el alzhéimer le va quitando sus recuerdos...

-Es espantoso. Yo lo viví porque la rama femenina de mi familia desde hace muchas generaciones muere con alzhéimer, cosa que me preocupa muchísimo. Tengo el recuerdo de mi niñez de mi bisabuela y mi tía-abuela, las dos enfermas. Era una angustia terrible. Creo que en la muerte uno siempre va muriendo por partes. Por más doloroso que sea. De repente hay un órgano que deja de funcionar, luego otro se pone peor. Pero en ese proceso sabés quien sós. Con el alzhéimer perdés todos tus recuerdos, dejás de reconocer a la gente que te rodea, tu propia casa. Estas personas, que son muy mayores, se despiertan en medio de la noche y tienen a alguien que no conocen, metido dentro de su cuarto, pidiéndoles que tomen un remedio. Podían tirarte platos o querer huir de la casa. Ahora se trata de otra manera, pero en ese momento, que no había medicación... recuerdo la angustia de mi madre, mi abuela. Fue muy triste.

-Podríamos decir que es una de las enfermedades de nuestro tiempo, en el que las certezas se han visto sustituidas por inseguridades.

-Es un nivel de angustia terrible. Recuerdo de entrar de chiquita en casa de mi abuela y encontrar un cartel en la heladera que decía «Mi nombre es Amalia. Esta es mi casa». Te das cuenta de la desesperación. Lo terrible del alzhéimer no es tanto el olvido, sino los breves lapsos de lucidez. Eso es lo terrible.

La incomunicación que aflora en las relaciones largas

En La respiración cavernaria van aflorando las discrepancias del matrimonio y se produce una incomunicación paradójica en quienes llevan tantos años juntos...

-Absolutamente, y que se ve tanto en esas parejas tan largas. Esa relación un poco de amor/odio. Creo que quiere morirse porque quiere que él vea lo miserable que puede ser su vida sin ella. Quiere morirse y que él reconozca cómo incluso en la muerte ella se ha ocupado de todo en la casa. Hay como algo de rencor incluso más allá de la vida. Durante la escritura tenía una relación de amor/odio con Lola, algo que nunca me había pasado con otros personajes. Para mí, tiene una mirada tan nefasta sobre él que era graciosa, pero de lo mal que me caía. Repulsión y a la vez fascinación, por lo mal que me cae y por lo mucho que me hace reír. Es real, todos tenemos algo de eso, de ese egoísmo, o al menos a mí me gustaría pensarlo.

-El diálogo con la ilustración...

-Una cosa que era importante para nosotras es que no queríamos que el trabajo de Duna fuesen ilustraciones del cuento. Queríamos que contasen más. Que cuenten más de los personajes a través de sus objetos, incluso que contradigan el texto. Por ejemplo, él, que lo vemos siempre a través de los ojos de ella, parece un tipo dejado, sin pasiones. Pero si prestas atención el pasillo está lleno de premios: parece que era un gran nadador. Él tenía una vida, lo que pasa es que ella no estaba dispuesta a verlo. Fue muy bonito también para mí las decisiones que tuve que tomar y que no había tomado durante la escritura. Son tontas, pero son preciosas. Hay un pasillo. Vamos a poner un colgador de ropa. Qué ropa vamos a colgar, hay que elegirla. Cómo es, es nueva, es vieja... Todos estos pequeños detalles que antes no se veían y ahora forman parte de la historia. Si no está en el texto pero sí en la imagen es que es algo que no se puede nombrar, y hace que sea mucho más interesante.