Benjamin Moser: «Lispector era más guapa que Marlene Dietrich y escribía mejor que Woolf»

CULTURA

Benito Ordoñez

El autor aborda la vida y la obra de una de las escritoras más enigmáticas y fascinantes del pasado siglo XX

23 oct 2017 . Actualizado a las 07:44 h.

Cuando era joven, Clarice Lispector viajó a Egipto. Años después contó que sostuvo la mirada a la Esfinge y no la descifró, pero añadió: «Tampoco ella me descifró a mí». Esta anécdota, que revela su carácter y su personalidad, la toma el escritor, crítico literario y traductor Benjamin Moser (Houston, 1976) como punto de partida de Por qué este mundo (Siruela), la biografía de esta fascinante escritora brasileña, autora de «una de las obras más maravillosas del siglo XX». Moser acaba de terminar la biografía de Susan Sontag.

-¿Por qué decidió escribir la biografía de Lispector?

-Siempre me había interesado Latinoamérica, hablaba español y francés y en la universidad me puse a estudiar portugués, que me encantó, pero no sabía nada de Brasil. En el segundo año de la carrera de Historia, con 18 años, descubrí a Clarice, leí La hora de la estrella y me fascinó tanto que todavía hoy me acuerdo del momento. Cuando decidí hacer la biografía, con 27 años, me decían que iba a matar mi carrera, incluso mi madre me dijo que estaba perdiendo el tiempo, porque en Estados Unidos nadie sabía quién era Clarice Lispector. Pensé que mi misión en la vida sería que los americanos la conocieran.

-¿Quién fue Clarice Lispector?

-Una persona que quería ser normal, esposa de un diplomático, madre de dos hijos, de clase media, pero a la vez sumamente rara por el talento, el genio, que tenía desde muy chica. En Recife me dijeron que cuando tenía dos años todo el mundo se fijaba en ella, porque tenía algo especial. Eso lo desarrolló de una forma espectacular. Era una persona que estaba dentro y fuera de la sociedad al mismo tiempo, porque era una refugiada, no una emigrante, que llegó a Brasil cuando tenía un año y dos meses.

-Usted da gran importancia a su origen judío. ¿Cómo la marcó?

-No por ser judía exactamente, sino por ser refugiada y por haber tenido que hacer frente a la violación de su madre por soldados del Ejército Rojo en Ucrania antes de que naciera, y luego a su muerte cuando tenía nueve años. Estaba muy marcada por eso.

-Ella dijo que nunca se perdonaría por no haber podido salvarla.

-Es horrible. Ella fue concebida para tratar de salvar a su madre, ya que entonces se creía que el cáncer que tenía se podía curar con un embarazo.

-¿Fue entendida en Brasil?

-A Clarice, como a todos los artistas que se adelantan a su época, no se la podía entender en el contexto de su tiempo, salvo el pequeño círculo de intelectuales y artistas que siempre la entendieron. Ahora se ha convertido en una de las religiones más intocables de Brasil. Hay una secta de claricianos. -¿Qué posición política tenía?

-En Brasil en los años sesenta y 70, bajo la dictadura, la escena política estaba tan polarizada que ser de izquierdas quería decir comunista y de derechas fascista, no había una izquierda socialdemócrata, que es donde estaba ella. La derecha la acusaba de comunista y los comunistas de reaccionaria.

-Cita al traductor Gregory Rabassa, que dijo que se parecía a Marlene Dietrich y escribía como Virginia Woolf. ¿Está de acuerdo?

-Yo creo que era más guapa que Marlene Dietrich y escribía mejor que Virginia Woolf. Mucha gente dice que solo hay que fijarse en la obra, pero la apariencia física es muy importante. Clarice escribía crónica femenina en el periódico, qué perfume usar, cómo maquillarse. Dijo en una ocasión que la superficie también es una realidad. Su familia era muy pobre, cuando llegó a Brasil no tenían nada, su padre siempre estaba preocupado para conseguir el dinero para comer cada día. El hecho de ser una mujer excepcionalmente bella le benefició, si no hubiera sido así no se habría podido casar con un chico católico de buena familia, que fue embajador, le permitió emparentar con otra clase social y le dio la libertad y el tiempo para dedicarse a escribir.

«Leerla, sentir su proximidad, es casi como una atracción sexual»

«Es la heredera de Kafka, la que lleva al pensamiento místico judío al otro lado del Holocausto», señala Moser.

-¿Por qué hay que leer a Clarice Lispector?

-Porque nos lleva a conocer regiones del alma que no creo que mucha gente alcanza. Tuvo coraje de ir cavando cada vez más hondo en sus propios sentimientos. Te da esperanza, interés en la vida. Leerla, sentir su proximidad, es casi como una atracción sexual. He aprendido mucho de ella, sobre todo una lección moral de cómo ser capaz de ser fiel a su propia rareza, asumirse como era y seguir adelante, enfrentando obstáculos terribles por ser fiel a sí misma. Los que la queremos somos fanáticos, queremos compartirla, dársela a los demás.

-¿Cree que construyó en cierta manera su propio personaje?

-Sí, aunque era auténtica. Ella dijo que escoger tu propia máscara es el primer gesto del ser humano.

-Fue maltratada por los editores.

-La trataron como basura. Publicó nueve novelas en ocho editoriales distintas. Sufrió muchos rechazos. En una ocasión fue a cobrar los derechos de un libro y era tan poco, una miseria, que se lo regaló a un mendigo. Y era la mejor escritora de Brasil. La trataron muy mal hasta su muerte. Pudo subsistir gracias a una pensión que le daba su exmarido, unos 500 dólares al mes. Tenía que escribir una columna diaria. Siempre tuvo fuerza interior para salir adelante. No ganó apenas nada con sus libros, pero ahora los derechos de autor son millonarios.

-¿Cuál es su obra maestra?

-Para mí La hora de la estrella, que escribió en el último año de su vida, cuando tenía 55 años. Me tocó tanto que es lo que siempre recomiendo a los que quieren introducirse en su mundo.