Por el contrario, me entusiasma la osadía bizarra con la cual la debutante suiza Lisa Bruhlmann se atreve en Blue My Mind a abordar un tránsito a través de la pubertad y sus mutaciones como un relato cuya radicalidad suscribiría David Cronenberg. Esa adolescente, prima de primera sangre de la Carrie de De Palma y de la caníbal de Crude, se alimenta de pececillos de acuario y de desgarros en sus extremidades. Participa en bacanales de cuarto oscuro pero, como Antoine Doinel, la espita de esa sordidez la halla en la salida al mar, en un amor entre mujeres y en una conversión en sirena. En una arrolladora liberación a coletazos de cine cimarrón y salvaje.