Arquitecturas que regresan al lápiz

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

santiago catalan

Después de un primer volumen dedicado a Lugo, Santiago Catalán ya trabaja en los retratos de Compostela que continuarán su serie de edificios y monumentos dibujados

31 jul 2017 . Actualizado a las 13:53 h.

Reducida a su esencia, la arquitectura se sustenta sobre la imaginación del dibujo y la viabilidad racional de la matemática. Los diseños nacen, en primera instancia, de un lápiz. Algunos regresan al trazo del grafito: los que componen el primer volumen de la serie Arquitecturas debuxadas (Xerais), del arquitecto Santiago Catalán (Madrid, 1954), dedicado a la que es su ciudad desde hace décadas, Lugo.

De la muralla romana al racionalismo, del barroco al modernismo, Catalán singulariza esas capas superpuestas que convierten a toda ciudad en un palimpsesto arquitectónico, aquella cuyos habitantes levantan, modifican y derruyen en un ciclo sin fin. «Las ciudades están reescribiendo continuamente su historia», afirma el arquitecto y artista, quien en este trabajo ha hecho confluir las dos facetas por las que es más conocido. «Siempre me había apetecido dibujar arquitectura, pero no había tenido tiempo», confirma Catalán, cuyos bocetos son consecuencia indirecta de una crisis en el sector que se tradujo en una reducción de actividad.

Arquitecturas debuxadas arranca con la mirada de su autor. Después de los setenta documentos gráficos de Lugo trabaja actualmente en la fisonomía de Santiago, de la que ya han emergido una cincuentena de dibujos. «Paseo, observo, considero si un edificio es dibujable o no, porque no todas las arquitecturas lo son», describe. «Luego tomo muchas fotos, que me sirven para reflexionar sobre el edificio», prosigue. La suya es una mirada de abajo hacia arriba, «muy cinematográfica», el punto de vista forzado del ciudadano. También elige cuidadosamente la luz que cae sobre los edificios: «Algunos piden la luz matizada del amanecer, mientras que a otros, como la catedral, por ejemplo, le va mejor esa luz fuerte, casi violenta, del oeste al atardecer».

Vínculo sentimental

Santiago Catalán reconoce que su mirada no es «ni imparcial ni inocente». Esto significa que su dibujo de la ciudad, Lugo, en este caso, es el resultado de su formación como arquitecto pero también de su vínculo sentimental con ella. Con Santiago la distancia ya es mayor, pero mientras con Lugo Catalán también firmaba los textos sobre los edificios y algunos de sus responsables -el volumen cuenta también con prólogos de los escritores Paco Martín y Jaureguizar-, en el que se centrará en Compostela esta parte escrita recaerá en el también arquitecto y exalcalde Xerardo Estévez.

Santiago supone otro reto: huir del tópico. «Es difícil», admite Catalán. Pero no imposible: «Es posible seguir sorprendiéndose. Uno nunca deja de descubrir cosas. Hay que verlo desde otros ángulos, buscar lo que a simple vista no se ve». Un ejemplo de ello son los mascarones de representaciones mitológicas en las nervaduras de la cubierta de zinc del Círculo de las Artes de Lugo, obra de Luis Bellido. A Catalán le recuerdan la frase de Óscar Tusquets: el hombre no lo ve, pero Dios sí lo ve.

Con todo, el arquitecto y artista confiesa que aún no ha sido capaz de dibujar las torres del Obradoiro. «Me parece más bonita la Berenguela, por ejemplo». Y de esa huida del cliché dan fe también sus aproximaciones a la muralla romana de su ciudad de adopción. No hay vistas panorámicas ni de folleto turístico. Lo que ha retratado es la materialidad del monumento, sobre la que se evidencia el paso del tiempo. «Son las cicatrices de la muralla, esos huecos y orificios que sobreviven de cuando había casas adosadas a sus lienzos, las marcas de alacenas o el arranque de una cubierta. Así he preferido dibujar la muralla».

Huella renovadora

La historia de la arquitectura también es la de sus arquitectos. Catalán siente un interés especial por Eloy Maquieira, quien murió joven -a los 42 años- y no tuvo tiempo a desarrollar una trayectoria profesional que sin duda dejaría su huella renovadora en la ciudad, a la que contribuyó con inmuebles como el instituto Xoán Montes, un edificio de viviendas en la Praza Maior o el sanatorio Pimentel, tristemente desaparecido en la década de los ochenta.

Tras Lugo y ahora Santiago, al arquitecto le gustaría seguir con otras ciudades: Ourense, Pontevedra, Ferrol o A Coruña ofrecen muchas posibilidades, cuyos edificios esperan su regreso a la matriz del lápiz.