Emocionante Brahms con Nelson Freire y la OSG

Antón de Santiago

CULTURA

CESAR QUIAN

En la 17.º sesión de abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia volvió el director titular Dima Slobodeniouk

04 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En la 17.º sesión de abono de la OSG volvió el director titular Dima Slobodeniouk. Propuso la Sinfonía n.º 104 en re mayor de Joseph Haydn y el Concierto para piano y orquesta n.º 2 en si bemol mayor de Johannes Brahms. Librado Haydn (1732-1809) de los 30 años en la casa de los Esterházy, pudo crear obras de mayor enjundia, entre ellas las sinfonías derivadas de la invitación a Londres que le hizo Johann Peter Salomon: un total de doce en las dos visitas (1791-91 y 1794-95). La número 104, llamada Londres y última del catálogo sinfónico del padre de la sinfonía (del cuarteto de cuerda, la forma sonata en suma), es una cumbre por extensión y medios de lo que históricamente se considera el clasicismo: amable, bienhumorada, como su creador, que se permite dar al inveterado minuetto, por tempo y escritura, el carácter de un simpático scherzo. Fue un ejercicio de transparencia, necesario para cualquier orquesta, y de precisa articulación rítmica. Gracia y espíritu. Gustó.

Brahms (1833-1897), niño pianista en las tugurios de Hamburgo, creó un primer concierto para piano a los 27 años, derivado de obra para dos pianos, primera sinfonía frustrada y, al final, concertante para piano y orquesta. Respeto reverencial el que tenía a las sinfonías de Beethoven. Con las dos primeras en su haber (1877), en 1881 concluye y estrena un trabajado segundo concierto para piano. Con Brahms estamos en el corazón del romanticismo, bendecido ya por Robert y Clara Schumann. Y es que los inspirados y emotivos temas que guían cada uno de los cuatro movimientos seducen y emocionan. Asumido el espíritu del sinfonismo, él, que era un gran pianista, asimila el instrumento solista a la estructura orquestal, de modo que el piano dialoga y compite, con exigencias técnicas de primer orden, con el orgánico instrumental. Hermoso tour de force que necesita un pianista de fuste. Aquí teníamos al brasileño Nelson Freire, experimentada primera figura. Hizo gran versión, minuciosa y efusivamente seguido por Slobodeniouk y la OSG y sus formidables solistas. Momento culminante, el andante, iniciado por violas y chelos a través de subyugante melodía. Freire fue largamente ovacionado hasta ofrecer con toda delicadeza un nocturno de Chopin.