«La solemnidad es la muerte del arte»

Beatriz Pérez BARCELONA / E. LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

Bajo el seudónimo del Benjamin Black, el autor irlandés, premio Príncipe de Asturias, publica la novela «Las sombras de Quirke»

02 abr 2017 . Actualizado a las 10:05 h.

John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) es, para muchos, el mejor escritor en activo en lengua inglesa. Ganador del Príncipe de Asturias de las Letras en el 2014, Banville ha dejado su inconfundible sello en la novela negra contemporánea bajo el seudónimo de Benjamin Black. Ahora acaba de publicar Las sombras de Quirke (Alfaguara), una nueva entrega de la serie del doctor Quirke acerca de los misterios de la condición humana y los crímenes silenciados en su contra.

-El libro reflexiona sobre abusos de poder como los de la Iglesia católica. En Irlanda está muy presente este tema. ¿De qué manera ha afectado a la ciudadanía?

-Estamos adormecidos tras años de revelaciones terribles. No estamos reaccionando como sí hicimos con los primeros casos. Tenemos un sentimiento colectivo de culpa y de vergüenza, pero a la generación más joven estas revelaciones les parecen irreales en la Irlanda de hoy. Irlanda va ahora bastante bien: tenemos un buen Gobierno, estamos pagando nuestras deudas. Fuimos el primer país de Europa que votó a favor del matrimonio homosexual, lo cual me parece que fue una disculpa pública, un modo de redimirnos del pasado.

-«Estoy harto de este país, de sus secretos y sus mentiras». Lo escribe usted en su libro.

-Mi esposa y yo vivimos en Londres a finales de los 60 y en los 70 nos mudamos a Irlanda, donde teóricamente nos íbamos a quedar un par de años, aunque al final no fue así. Dos veces al año siempre sale la conversación de irnos a vivir a otro país: España, Francia, Italia… Pero ¿y si necesitas un lampista o un fontanero en Italia? Irlanda está llena de fontaneros polacos maravillosos, así que siempre decidimos quedarnos [risas]. Me gusta el clima de Irlanda; es un país pequeño y extraño. Se cree el centro del mundo y yo siempre digo: «Sí, es el ombligo del mundo». Que yo diga esto no gusta mucho a las autoridades irlandesas, pero podría ser peor, podría hablar de otras partes del cuerpo [risas].

-Vemos a un Quirke afectado por un pasado que considera que no tiene. ¿El pasado siempre vuelve o esta afirmación es una falacia?

-Vivimos en el pasado, no existe presente y el futuro es improbable. Si miras el cielo, verás miles de millones de años del pasado: la luz de las estrellas que vemos nació antes de que se existiera este planeta. A medida que vivimos, vamos acumulando más y más pasado. Así que Quirke está obsesionado con su pasado, no sabe de dónde vino y cuando mira a su infancia ve un blanco, un vacío. Conozco a varias personas huérfanas que tienen esa misma sensación de no ser del todo reales.

-Quirke sufre una incapacidad a la hora de relacionarse con los otros. ¿Existe siempre un abismo entre uno mismo y los demás?

-Está claro que sí. Tú puedes vivir años con una persona y estar perfectamente feliz, pero un día algo de repente te hace pensar que esa persona no tiene nada que ver contigo. Es parecido a esa sensación de que la palabra se aparta de su significado. A veces los seres humanos miramos al otro y de repente esa persona se aparta y es alguien totalmente distinto. Y piensas que de esa persona estás tan lejos como de la luna. Es un momento existencial terrible, pero lo cubrimos. Si no, no podríamos vivir.

-«A Quirke todas las parejas le parecían insólitas». ¿Por qué?

-Mi amigo Martin Amis publicó un libro titulado Other people: a mystery story [Los otros: una historia de misterio]. Envidio este título… Yo creo que todas las parejas parecen no encajar, desde fuera parecen desajustadas. Es extraño.

-¿Es gratuito que Quirke se enamore de una psiquiatra?

-No lo planeé. Quería que Phoebe [su hija] tuviera un trabajo y lo halla como secretaria de una psiquiatra. Me empezó a interesar la psiquiatra, pensé que quería que conociera a Quirke. Yo hice de celestino, pero no planifiqué nada más. Eso sí que es una pareja desajustada… Es una mujer que ha perdido a un hijo, no conocemos su historia. Y se enamora del pobre Quirke. Imagínate enamorarte de Quirke. A todas las mujeres habría que advertirles de que no lo hicieran. Quirke siempre tiene el volcán muy presente, vive en las sombras, en el submundo, en la oscuridad. Y su hija y la que será su pareja lo irán sacando de ese inframundo.

-Suena usted para el Nobel...

-Nadie puede ser un gran hombre si tiene mucho sentido del absurdo y del ridículo. Y yo me veo como un hombre totalmente absurdo, cómico. La gente que se toma muy en serio a sí misma es tan aburrida... El arte sí que me lo tomo muy en serio, aunque no con solemnidad. La solemnidad es la muerte del arte.

«Tenemos millones de caras. Yo no sé quién soy»

Las novelas de Banville son lentas, nada es vertiginoso. «Estoy escribiendo sobre los 50 -tercia-, entonces todo se movía muy despacio. El mundo de hoy es tan distinto de aquel en el que crecí…». Estuvo en España en los 60 y Barcelona, recuerda, no tenía nada que ver con lo que es ahora. «En cierto sentido, era más interesante», asegura para lamentar que los lugares de Europa se hayan estandarizado: las mismas tiendas, los mismos restaurantes. Barcelona era una ciudad dura pero fascinante, como Marsella o Nápoles. Las vidas son lentas, dice, y por eso tienen éxito las novelas y las cine de intriga, porque aceleran el mundo. «El problema del ser humano es que tiene que ser él mismo 24 horas al día. Siempre eres tú. Es extraordinario que la gente a la que yo quiero esté en otros sitios haciendo otras cosas sin mí. Cuando alguien que conozco no está conmigo, es como si dejara de existir, da la vuelta a la esquina y desaparece, pero luego se reinventa y reaparece».

-De pequeño aprendió a escribir con la izquierda tras un accidente. ¿Esto explica su amor por los dobles y su seudónimo?, ¿el ser humano es siempre ambivalente?

-Tenemos millones de caras. Cambiamos a cada momento. Nos imaginamos que somos un solo ser unitario y no es así. Yo, la persona que está hablando ahora, soy distinto de ese que se encontrará mi esposa para comer. Esto es lo que hace a la vida interesante. ¿No sería muy aburrido ser siempre la misma persona? Nos inventamos constantemente. Yo no sé quién soy, no lo sabré nunca, me considero un misterio. Tampoco sé lo que estoy haciendo. Creemos tomar decisiones, pero luego echamos la vista atrás y vemos que en realidad no hemos tomado ninguna, que hemos sido impulsados. Y si efectivamente tomamos una decisión, es siempre la equivocada.

-¿Se llevan bien John Banville y Benjamin Black?

-Trato de mantener bajo control a Benjamin. Es un irresponsable, le gusta la violencia, escribe esos libros demasiado rápido. A veces mezclo a Quirke y a Black, y hasta creo que es Quirke quien escribe los libros. Sería interesante escribir como John Banville la biografía de Benjamin Black.