Fernando Goitia: «El periodista es un cazador de historias; el novelista, también»

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Rafael Trobat

El debut literario de Goitia enfrenta a dos personajes que cargan con sus secretos en el marco de una catástrofe

20 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Como periodista, Fernando Goitia (Bilbao, 1969) cubrió los estragos del huracán Mitch en Centroamérica. Ahora, el jefe de Actualidad del dominical XLSemanal regresa a aquellos días en su primera novela, La sacudida (Ediciones B), que enfrenta a dos hombres que cargan con los secretos de su pasado: un periodista vasco rescata de entre los escombros a una víctima de la erupción de un volcán.

-¿Qué le aporta la literatura a lo que ya contó como periodista?

-Lo cierto es que nunca pensé en escribir una novela sobre el Mitch. La devastación producida resultó ser, más bien, un escenario muy adecuado para mis verdaderas intenciones, que consistían en retratar la juventud perdida de dos personajes criados en entornos -el País Vasco y la Nicaragua revolucionaria- donde se justificaba la violencia y se empujaba a los jóvenes a matar por unos ideales. Son dos realidades, bien diferenciadas, ojo, que formaron parte de mi propia infancia y adolescencia. Ahora bien, una vez que convertí al Mitch en paisaje de fondo, vi que podía contar cosas que no había reflejado en las crónicas. La literatura es creación y en el periodismo, aunque también cuentes historias, debes atenerte a los hechos y a la realidad. La novela te da una gran libertad. En este caso, pude ahondar en las descripciones de la catástrofe, reflejar los sentimientos de las personas y mostrar más miserias e injusticias de las que me permitía la cobertura diaria de la tragedia.

-El protagonista dice: «A mí lo que me gusta es contar historias».

-Hallar buenas historias sobre las que escribir siempre ha sido mi mayor motivación como periodista. Y lo digo en un sentido amplio. Historias que cuenten cosas relevantes, interesantes o útiles; que sirvan para cambiar las cosas o que, simplemente, entretengan. El abanico es ancho. El periodista es un cazador de historias. El novelista también, pero la fuente de la que estas surgen es distinta. Para este personaje, un periodista que, en realidad, es un arrepentido de ETA que traiciona a los suyos, utilicé mis propias vivencias personales; cosas que yo vi, viví y escuché en el País Vasco y en Nicaragua.

-¿La catástrofe del volcán y del huracán son catalizadores para aflorar sus secretos del pasado?

-Así les ocurre a mis personajes. Ambos cargan con traumas que los torturan y que afloran empujados por la devastación que los rodea. Ante una situación extrema las personas nos replanteamos muchas cosas, la vida entera incluso. En el caso de Julio y Miguel, la experiencia de la naturaleza desatada, el huracán, les desencadena tormentas interiores.

-Hay un tratamiento muy conseguido de la jerga y los idiolectos propios del lugar: ¿Era la mejor forma de transportar al lector al mismo centro de la acción?

-Así es, porque el habla de cada uno es parte inseparable de nuestra personalidad. Nunca se me pasó por la cabeza que Julio se expresara como un español; como Miguel, por ejemplo. Buscaba también diferenciar las narraciones de ambos, ya que son ellos quienes cuentan su historia en primera persona. El centro de la acción es el interior de sus cerebros, adonde quise que el lector accediera a tumba abierta.

-También hay una reflexión de fondo sobre los efectos de la Revolución sandinista y, de forma más amplia, sobre la violencia. ¿Era el objetivo último del libro?

-Sí, fueron dos de los factores capitales del proceso. La violencia y sus consecuencias, la devastación interior de quiénes se entregan a ella, es el trasfondo de La sacudida. Es el tema sobre el que quería escribir. Me crie en una sociedad donde esto formaba parte de lo cotidiano, que aplaudía a una cuadrilla de asesinos. Si algo me llena de orgullo en mi desarrollo personal es haber vencido al odio. Me intentaron inculcar desprecio hacia quien no piensa como yo, pero no seguí ese camino. Y me alegro muchísimo. Es tremendo, porque hoy en día, aunque ETA haya dejado de matar, el odio sigue intacto. No es fácil desactivarlo después de tanta barbarie. Piense que es algo que viene sembrándose desde los tiempos de las guerras carlistas y de Sabino Arana.

-Hay detalles de humor, desde el apellido impronunciable de Goikoetxea hasta, la donación de la camiseta de Iron Maiden...

-[Ríe] Me apellido Goitia, más sencillo que Goikoetxea, ¿no? Pues no vea lo que les costaba a muchos quedarse con él. En cuanto a Iron Maiden, lo cierto es que tienen una legión inmensa de seguidores en Nicaragua. ¡Pero muchos! Es un homenaje muy particular. En todo caso, el sentido del humor es algo vital para mí. Entre tanto drama, intento darle al lector algún que otro respiro. Los mismos que me concedía yo cuando estaba escribiendo.