Himnos de otros mundos

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La Sinfónica de Galicia estrena «Concierto misterio», de Rosinskij, una obra que amplía el lenguaje orquestal con sonidos electrónicos y el «carnyx» o trompeta celta

30 ene 2017 . Actualizado a las 09:51 h.

Wladimir Rosinskij, compositor y viola de la Orquesta Sinfónica de Galicia, trabajaba en el 2014 en una obra, que califica de sencilla, para clarinete y viola. Pero el conflicto entre Rusia y Ucrania declarado ese año alteró sus planes. «Mi mujer es ucraniana, yo soy ruso. Muchos de mis amigos compositores son ucranianos, otros son rusos», explica el músico, nacido en Rostov del Don en 1962. «De repente, por lo que ocurrió en la política nos vimos en dos bandos, por motivos que no entiendo, pero fue así». La composición, un encargo de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y la Fundación SGAE, fue el modo en el que Rosinskij, como artista, reaccionó ante aquella situación. Aquella obra pequeña creció y se convirtió en una pieza de casi 55 minutos, ahora titulada Concierto misterio y que esta semana estrena la Sinfónica (jueves, Afundación de Vigo, 20.30 horas; viernes, Palacio de la Ópera de A Coruña, 20.30).

Pese al impacto del conflicto en la vida del compositor y su mujer, la chelista de la OSG Ruslana Prokopenko -una de las solistas de la obra-, se trata de una más de las dimensiones de la pieza, en la que confluyen otros intereses de Rosinskij, como la ampliación del lenguaje de la composición contemporánea y, al mismo tiempo, también la de su público. El título completo, Concierto misterio para violonchelo, contrabajo, orquesta sinfónica y electrónica en tres momentos, ya da pistas. A los instrumentos de la Sinfónica suma las versiones eléctricas del chelo y el contrabajo, samplers y los sonidos del EWI -un instrumento electrónico de viento, a cargo del oboísta David Villa-, así como el carnyx, una trompeta celta de la Edad de Hierro que tocará Abraham Cupeiro.

Experimentalidad

La apuesta por la mezcla y la hibridación caracteriza la carrera de Rosinskij, pero en Concierto misterio adquiere, según su autor, su mayor grado de experimentalidad. El compositor es consciente de que corre un riesgo y que el suyo no es un lenguaje habitual en las salas sinfónicas -completa el programa la Sinfonía n.º 39 de Mozart-, pero confía en que atraiga un público nuevo y joven.

En esa experimentalidad desempeña un papel fundamental el carnyx, al que Rosinskij llegó por casualidad cuando vio un concierto de Cupeiro. «Sin él la obra estaría incompleta», describe. El tercer movimiento recrea y modifica los himnos ruso y ucraniano, pero el autor quería introducir otros, «como procedentes de otros mundos». Para expresarlos, no podía recurrir a instrumentos convencionales: cuando oyó el carnyx supo que había encontrado lo que buscaba.

Cupeiro (Sarria, 1980) acaba de grabar un disco, Os sons esquecidos, con la Real Filharmonía, cuyos músicos también quedaron cautivados por un instrumento en cuya sencillez, dice el intérprete, reside la libertad que le proporciona. «Coma se fose un cantante», afirma. «Nun principio o que máis chama a atención é a súa morfoloxía, pero cando a xente o escoita por primeira vez a atención céntrase no orgánico do seu son», detalla Cupeiro, quien subraya el diálogo entre un artefacto milenario, una orquesta sinfónica y una composición de este siglo: «Creo que os sons ancestrais están realmente preto da música contemporánea».

Rosinkij no solo escribió ex profeso para Cupeiro y el carnyx, también para los demás solistas. La contrabajista Uxía Martínez Botana (A Coruña, 1988) se une a los sorprendidos con el carnyx y cree que de esta confluencia emergerá una performance notable de una obra «poco convencional». «Utiliza un lenguaje muy diferente comparado con el resto de piezas que conozco y que se consideran ‘lo habitual’», explica. Para ella también es novedad el uso de la versión eléctrica de un contrabajo.

Durante meses, Concierto misterio le ha robado muchas horas de sueño a Rosinskij, un esfuerzo al que se añade la generosidad de colegas que han resuelto esos detalles que quedan ocultos pero que hacen posible la composición y su ejecución. El contrabajista Vicente Aribu y la chelista Margarita Mariño le facilitaron la versión eléctrica de los instrumentos, mientras que el lutier José Catoira llevó a cabo las modificaciones necesarias en ellos; sus compañeros de orquesta Jeffrey Johnson y Risto Vuolanne contribuyeron con los equipos de efectos. Una logística compleja para una obra no exenta de retos, incluso para ponerle nombre. «A veces es más difícil buscar un título que componer la pieza en sí», admite Rosinskij.