Las zancadillas de lo inverosímil

miguel anxo fernández

CULTURA

La británica Susanna White se encargó de llevar al cine «Un traidor como los nuestros», de John le Carré

27 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo mejor de la literatura de John le Carré no es Un traidor como los nuestros (publicada en el 2010), tanto por su espesura narrativa como por sus problemas de verosimilitud, que el espectador aguardaba ver superados ahora por el guionista iraní Hossein Amini, debutante como director en el 2014 con Las dos caras de enero de Patricia Highsmith, guion incluido. De llevarla a imágenes se encargó la británica Susanna White con un resultado pasable en lo formal, logrando conservar esa atmósfera del cine de espías, entre inquietante y fascinante, aunque sin llegar al nivel de las recientes El topo (Thomas Alfredson, 2011) y El hombre más buscado (Anton Corbijn, 2014), no solo por tratarse de dos textos superiores, sino también porque los personajes de Gary Oldman y de Philip Seymour Hoffman están mejor trabajados y vestidos que el profesor universitario que encarna Ewan McGregor, al que cuesta creerse como corajudo intermediario negociando con Damian Lewis (algo así como un boceto del memorable Smiley…) la entrega del supervisor económico de la mafia rusa, un convincente Stellan Skarsgard.

Ambos coinciden de vacaciones en Marruecos y allí comienzan los contactos, en apariencia casuales… Más allá de la interesante reflexión sobre la corrupción (aunque exenta de sorpresa, pues la actualidad actúa como recordatorio) y la hipocresía vinculada al dinero (la mafia rusa blanquea mucha pasta por Europa, Gran Bretaña incluida, para regocijo recaudatorio de los gobiernos), está el ingrediente de la credibilidad y el uso del ritmo. Si en lo primero, además del personaje principal, sumamos otros detalles menores, en lo segundo la mitad inicial va más ajustada que la restante hasta un desenlace llamado a ser sorprendente, pero derivado a demasiado fácil (eso sin contar la confusa secuencia del asalto en los Alpes franceses), dejando sensación de oportunidad perdida en el contexto de la filmografía «carreriana», aunque pase por resultona como obra de género destinada a casi dos horas de evasión. Anótese el simpático cameo de Le Carré como el portero del Museum Einstein.