«Nadie necesita una película que le diga por qué Trump es un gigantesco pedazo de mierda y una persona horrible. Por eso, la gente no ve un documental: ya sabe lo que la película va a decirles», confesaba Michael Moore el pasado jueves antes del estreno gratuito de la película en una sala de Nueva York. Trump es, según sus palabras, «un cóctel molotov humano, una granada lanzada por la ira de la penosa situación del país». Pero su objetivo con esta película no es ridiculizar al multimillonario, sino llegar a los abstencionistas que aún no han definido su voto, aquellos que, sin apoyar a Trump, no acaban de decantarse por la candidata demócrata. A ellos está dirigida una película que es un alegato a favor de una Hillary a la que el cineasta llega a comparar con el papa Francisco, pues asegura que, como el pontífice, lleva muchos años esperando a que llegue su momento y no dudará, a juicio del director, en poner en marcha el idealismo contenido que ha venido albergando desde su juventud. Y si no lo hiciera, advierte Moore, él mismo intentará arrebatarle el sillón presidencial postulándose como candidato en el 2020.