El estallido de color fauvista

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Sergio Barrenechea | EFE

La Fundación Mapfre expone 155 obras de este revolucionario movimiento

21 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Salvaje, fugaz y decisivo. Así fue el fiero movimiento fauvista. La primera revolución plástica del siglo XX que convirtió a al color en emperador de la pintura. Fue más allá que el impresionismo y situó la gama cromática en el epicentro de la obra de arte, muy por encima de la línea, el tema o la composición. Fue un feliz, salvaje y efímero estallido de color que se produjo en 1905 y duró apenas hasta 1907.

Los fauvistas, las fieras de aquella explosión cromática que removió lo fundamentos del arte no fueron un grupo homogéneo ni se asentaron sobre un manifiesto. Eran amigos, artistas con intereses comunes y convencidos de que el color era la expresión máxima de la emoción, la libertad y la imaginación. Cambiaron, sin proponérselo, la historia del arte.

Matisse fue el patriarca de este movimiento que apenas duró dos años, pero cuya onda expansiva se dejó sentir a lo largo del siglo XX y llega hasta hoy. La fundación Mapfre lo revisa ahora en su gran exposición de la temporada, Los Fauves; la pasión por el color, abierta hasta enero. Reúne lo más brillante de la producción de este influyente y determinante movimiento que reivindicó la capacidad de la pintura en sí misma como potente medio expresivo.

En su completo recorrido cronológico Mapfre concentra en su salas de Madrid más de 155 obras desplegadas en cinco secciones. Hay un centenar largo de pinturas, numerosos dibujos, acuarelas y una selección de piezas de cerámica, acaso lo más desconocido de la heteróclita producción fauvista. Es la primera gran muestra que lo aborda en profundidad en España y la más importante dedicada al fauvismo. Henri Matisse, André Derain y Maurice de Vlaminck son los tres audaces precursores y líderes luego de un movimiento liberador, polémico y exuberante, basado en la exaltación de los tonos puros. Se cocinó en el taller de Gustave Moreau y situó la independencia del color en el centro del debate artístico. Un planteamiento realmente revolucionario para la época. «Es la primera gran vanguardia artística del siglo XX», destaca María Teresa Ocaña, comisaria de la exposición.