François Ozon es tan prolífico como poseedor de un virtuosismo siempre alquímico para las tramas sinuosas, donde su habilidad para inquietar o proponer sombras de dudas o falsas apariencias va siempre un paso por delante del espectador. Sucede en Frantz, remake de la olvidada Remordimiento, de Lubitsch, en la cual las sospechas sobre una identidad brumosa, la de un soldado francés que viaja a Alemania tras la I Guerra Mundial para conocer a la viuda de su amigo muerto en batalla, van espesándose hasta tomar trazas hitchcockianas.
En Frantz, Ozon opta por el blanco y negro para conducir a su protagonista femenina -notable Paula Beer- por ese vértigo que le llega de entre los muertos y las trincheras. Y es un precioso ejercicio de estilo la forma en que es capaz de manipular -en el buen sentido- certezas y de ir haciendo prestidigitación argumental, sin necesidad esta vez de cargar las tintas del morbo como en su cine suele suceder.