Un Bosco como nunca se había visto

héctor j. porto MADRID / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

El Prado cierra la polémica sobre las atribuciones al pintor holandés con una gran muestra por su quinto centenario, exposición anhelada desde hace veinte años

28 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Nadie que no fuera él podría haber pintado estas obras. No habría sido capaz. Es claramente la mano del Bosco. La técnica de la pintura en superficie no deja lugar a dudas. Nadie podría firmar una creación como la de la Mesa de los pecados capitales. Ni siquiera Pieter Bruegel el Viejo, que era su discípulo ideal y de algún modo el segundo Bosco, como para que pudiera haberlo hecho un pintor sin nombre». Las palabras de Pilar Silva Maroto sonaron ayer apasionadas y rotundas en la presentación del Bosco. La exposición del quinto centenario, de la que es comisaria. Y eran las palabras más esperadas meses después de que la investigación del Bosch Research and Conservation Project (BRCP), en el marco de la celebración holandesa de los 500 años de la muerte de Jheronimus van Aken, retirase la atribución de tres obras clave que del artista flamenco se custodian en la colección del Prado: Las tentaciones de san Antonio Abad, la Mesa de los pecados capitales y La extracción de la piedra de la locura.

La pinacoteca ya había advertido en su día que no reconocía los argumentos del estudio holandés y se remitía al trabajo científico que sustenta esta exposición, que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA y que, según José Pedro Pérez-Llorca, presidente del Real Patronato del Museo Nacional del Prado, es el acontecimiento anhelado durante los últimos veinte años, la muestra más completa y de mayor calidad realizada hasta ahora de el Bosco y que «será muy difícil mejorar en el futuro». Los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y la princesa Beatriz de Orleans la inaugurarán el próximo lunes, y sus puertas permanecerán abiertas hasta el 11 de septiembre.

«¿Quién puede establecer con exactitud el grado de participación en una obra de los siglos XV y XVI del artista, de sus ayudantes, del taller?». Miguel Falomir, director adjunto de conservación del museo madrileño, insistía en la afirmación de que es posible que en la ejecución de las pinturas quepa la colaboración. «Es una cuestión en la que no se puede ser concluyente», matizaba, para subrayar que las pruebas científicas y documentales no pueden negar la autoría, si bien tampoco sirven para una afirmación tajante: «No ratifican que son del Bosco, pero sí que las obras pudieron ser perfectamente pintadas por él». Las dendrocronologías, el análisis de la madera sobre la que se pinta, sitúan al Bosco como autor de las obras, lo que corrobora el examen químico de los pigmentos. En cuanto a la aportación documental, es nula en cuanto al Bosco. Solo se conoce la existencia de documentación en el caso de una pintura que no se conserva. Ambos expertos pusieron además en solfa las conclusiones extraídas de las observaciones de Felipe de Guevara en su libro Comentario de la pintura y pintores antiguos, ya que todo se mueve en una ambigua interpretación del lenguaje de la narración y el texto contiene abundantes inexactitudes precisamente en el terreno de la atribución de obras de arte.

En esta misma línea, Pilar Silva desgranó multitud de aspectos estilísticos y detalles iconográficos que corroborarían la autoría del Bosco. «No es un artículo de fe, pero los argumentos están ahí», apuntó para aclarar que el museo tiene obras que ellos enmarcan nítidamente en el taller, pero que tal posibilidad no cabe en los tres ejemplos que cuestiona el BRCP.

«Él manejaba sus asuntos»

El Bosco, porfió Silva, tenía familia y taller, pero era hombre de hacer él mismo las cosas: «Era él quien se manejaba en todos sus asuntos, no era un personaje al que tuvieran que coger el pincel como ocurría con Tiziano. Lo hace él mismo».

Más allá de polémicas y autorías, el Bosco está en la exposición de una forma en que nunca antes se había visto. El Prado, el mayor contenedor de obras del artista flamenco -como heredero de la colección de Felipe II junto con Patrimonio Nacional-, llegó a la cita con los deberes cumplidos, tras varias décadas de riguroso trabajo que hizo posible que todas las pinturas en poder de la pinacoteca luzcan convenientemente restauradas. Además, como prueba de la nueva etapa de exquisita concertación que viven Prado y Patrimonio Nacional, este interrumpió su programa expositivo para ceder a la pinacoteca una pieza fundamental: Cristo camino del calvario. El visitante podrá hallar también algunas de las pocas obras maestras que el Prado no atesora como el dibujo a tinta de El hombre-árbol procedente del Albertina de Viena; el Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad, de Lisboa; la Coronación de espinas, de la National Gallery de Londres; o Las visiones del Más Allá, de Venecia. En fin, todo un acontecimiento.