Francisco Narla: «El escritor tiene que ser honesto y contar aquello que le gustaría leer»

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

SANDRA ALONSO

El lucense apuesta de nuevo por la novela histórica en su último trabajo, «Donde aúllan las colinas»

20 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«La originalidad en los textos siempre viene bien, es una forma de atraer al público». Así explica el escritor y comandante de línea aérea Francisco Narla (Lugo, 1978) su decisión de convertir a un lobo en el protagonista de su última novela, Donde aúllan las colinas, ambientada en la Hispania del siglo I antes de Cristo con Roma en las manos de Julio César.

En este trabajo vuelve a apostar por el género histórico, con el que logró el éxito con Assur (2012) y Ronin (2013), y aparca la temática de ficción de Caja negra (2010 y reeditada en 2015), en la que anticipaba la catástrofe aérea de los Alpes. «El escritor tiene que ser honesto y contar aquello que le gustaría leer», afirma. Eso sí, esta última novela presenta diferencias con las anteriores. Aunque es la más corta en extensión, el narrador lucense asegura que es la que «más trabajo» le ha dado por la complejidad que supone convertir al lobo en protagonista, lo que lo obligaba a desechar herramientas como el diálogo, y porque es en la que más deja entrever sus opiniones. «Es la novela en la que pongo más de mí y, aunque es entretenida, es en la más me atrevo a expresar mis opiniones y mi forma de pensar, como cuando pongo que no cuidamos lo suficientemente la naturaleza», anota Narla. De ahí que en el final de Donde aúllan las colinas afirme: «En esta historia está mi sangre, mi corazón, mis sueños y mi odio». Eso sí, lo que mantiene siempre presente en sus novelas es Galicia, y es que se siente «deudor»: «el escritor tiene la obligación moral de devolverle algo a su tierra, a sus gentes».

Narla, que reitera una vez más que los lectores son sus jefes y a ellos se debe, se enfrenta a cada relato con la máxima que este sobreviva en el tiempo. «Esa pervivencia en la memoria del lector es lo que hace que las historias funcionen o no. Los escritores somos egocéntricos con papel disponible y lo único que hacemos es manchar de tinta un montón de páginas, pero esa tinta no es nada hasta que el lector la transforma en sentimientos», sostiene. Por ese motivo, añade, cuando le envían mensajes diciendo que le han puesto a su hijo el nombre de un personaje de sus libros es cuando siente que ha hecho un buen trabajo.

Narla no para de escribir, tarea que compagina con su labor de piloto. Ya tiene otra novela terminada y prepara una nueva.