Los Dardenne, cine político y policíaco

josé luis losa CANNES / E. ESPECIAL

CULTURA

ERIC GAILLARD | REUTERS

Mortensen es el patriarca de una familia libertaria en «Captain Fantastic», una gamberrada inofensiva que fue una fiesta en un día de cine santurrón en Cannes

19 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay directores a los cuales les puedes pedir casi todo menos la capacidad de sorprenderte. Es lo que se llama poseer un corpus, una cosmogonía, según los defensores de la causa; o caer en el cliché, si sientes que el tipo que filma te castiga con su cine. En mi caso, los Dardenne son de los primeros. Me sigue estimulando su infatigable denuncia de que Europa no es ya -si alguna vez lo fue- baluarte de derechos humanos como el de la acogida a los inmigrantes a la desesperada. Ese desgarro está presente de nuevo en La fille inconnue, en donde la advocación recurre a un subgénero como el policíaco. Hay algo de thriller en la investigación criminal que la médico que interpreta Adèle Haenel, otro nuevo valor del poderoso star-system femenino francés, acomete para saber cómo se produjo la muerte de una subsahariana que llamó a las puertas del cielo del teléfono automático de su clínica y no obtuvo respuesta. Esa encuesta, propia del polar, no desmaquilla en absoluto el sello Dardenne. Seguimos habitando la tierra donde vienen a morir los pobres del Sur, a servir como carne franca para la explotación laboral, sexual. Para ser enterrados como el soldado sin nombre en la batalla de la inmoralidad colectiva. Esta pareja de cineastas belgas poseen un pulso, un territorio, son cosmogónicos, aunque algunos apresurados quieran jubilarlos.

El filipino Brillante Mendoza es un vividor del cliché. Se alimenta con demasiada frecuencia de eso tan en boga, la pornografía de la miseria. Tuvo un fulgor hace años, ganó un premio aquí en el 2007 con la tremendista y epatante Kinatay. Continúa ahí a base de rentas. En Ma' Rosa escudriña una vez más la suciedad pluvial de Manila, a partir de un neorrealismo impostado y fatigoso, esta vez la estirada peripecia de una familia que malvive de vender droga minorista y que cae en garras de la corrupta policía que les exige rescate. Madre e hijos venden lo que tienen: un móvil pantera rosa, una tele analógica inabarcable. O el propio cuerpo, el hijo, a un julandrón viscoso.

El japonés Kore-Eda es otro esforzado del piñón fijo. Soportar las dos horas de After the Storm, nueva vuelta de tuerca a su pecera-pantalla habitada por padres e hijos, yayas y comidas, es un ejercicio de masoquismo sin premio. La peor maldad a que puedes asistir en una de Kore-Eda es al desnucamiento de una margarita. O a un pellizco de monja. O de nona.

Por eso, en medio de tanto cine consabido, una gamberrada inofensiva como Captain Fantastic toma visos de fiesta. Su argumento descabellado es algo así como el reverso flower-power de aquella perturbadora La costa de los mosquitos. Aquí es Viggo Mortensen el patriarca que educa a sus hijos como buenos salvajes antisistema, que festejan como propio el día del cumpleaños de Noam Chomsky y leen Lolita antes de dormirse. Ya digo, que más que mosquitos -recuerden aquella cruel historia, y película- de Paul Theroux, Paul Schrader y Peter Weir, los críos de Mortensen son santitos. Pero sus travesuras, en día de cine santurrón, se respiran como bacanal.