Jorge Cela Trulock: «En los bombardeos, Camilo me cogía en brazos»

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El hermano menor del Nobel padronés reconoce que la escritura lo acercó más a él

13 may 2016 . Actualizado a las 18:44 h.

Los separan algo más de 16 años. «Camilo cumple ahora cien y yo hago en diciembre 84». Es Jorge Cela Trulock. «Él era el hermano mayor, yo el menor», insiste.

-¿Se criaron juntos o cuando usted nació él ya estaba fuera?

-Hubo un tiempo en que coincidimos en la casa de nuestros padres. Nos pilló la guerra por medio. En los bombardeos, por ejemplo -me contaban-, mi padre me decía: «Tú, en cuanto haya algo raro, a Camilo, a tu hermano». Y él tenía ya 20 años. Pues, claro, coges a un hermano de 4 en brazos. Y si hay que correr se corre, y si no se le consuela. En los inicios de los 40 yo empezaba a ver algo de lo que sucedía alrededor, con 8 años. Pero en el cuarenta y tantos Camilo se casó. Él seguía viniendo por casa. Que si el domingo a comer, a tomar café...

-¿Cómo recuerda usted a Camilo como hermano mayor?

-Esa pregunta me la hace mucha gente... No es un recuerdo, es una vivencia, alguien que está ahí al lado. Vamos a ver, tú tienes hermanos y resulta que uno fue Camilo José Cela... como pudo ser un militar u otra cosa. Quizá a los 18 o 19 años, cuando me mordió también esa historia de la literatura, la escritura de alguna forma me acercó más a él. Como admiración, ejemplo, o lo que fuera.

-¿La literatura le llega por la fascinación ante lo que él hacía?

-No lo sé. Podría ser que en un principio aquello me llamara la atención, pero eso es muy poquito argumento, flor de unos días. Luego hay que ponerse ante el papel en blanco una y otra vez. Una lata eso de trabajar, siempre.

-¿Recuerda tener el «Pascual Duarte» en la mano antes de que fuese una obra reconocida?

-No. Esto sí fue evidente en Mrs. Caldwell habla con su hijo. Él la escribió en un pueblecito de la sierra de Madrid. Y yo, que entonces ya había escrito algún cuento, estaba cerca. Y fui uno de los primeros oyentes de algunos de los capítulos de esta obra. Nos la leía.

-¿Qué valor literario le concede?

-El máximo. Si decimos Pascual Duarte o La colmena, yo coloco al lado Mrs. Caldwell. En la cima. Otra cima distinta, sí, una mucho más poética, aunque la poesía siempre está en la obra de Camilo. En Mazurca mismo, constantemente hay poesía.

-Con respecto a «La colmena» hay un salto de riesgo narrativo.

-Sí, sin duda, pero si vas a La colmena también hay pasajes que rezuman riesgo y poesía, o esto que yo llamo poesía, o entendimiento poético o lo que fuera.

-¿Por qué fue mal entendida?

-Son los hechos. Ha sido menos editada que otras. Recuerdo cuando salió... Haber leído reseñas y haber dicho: «Este señor, este crítico no ha entendido lo que aquí está escrito». En la cosa más cercana, amigos, familia, me decían: «Esto es una locura, pero cómo Camilo ha hecho esto». No lo habían captado. Y tiene su lógica porque cada uno entiende hasta donde puede llegar. No es quitarle mérito a nadie, pero es que su cabeza está estructurada para algo más sencillo. Sí, está muy bien escrita y también es disparatada en ciertos momentos.

-¿Tuvo algo que ver la censura?

-Cómo podríamos calibrar hasta qué punto la censura fue culpable de que apareciera esta forma de escribir. Yo no lo veo claro.

-¿Es una obra sobre el incesto?

-Está ese amor clarísimo de una madre por su hijo. ¿Hasta dónde? Nadie lo puede afirmar. Se supone que era incestuoso, aunque la palabra quizá sea demasiado. No veo en el libro tanta explicitud, sería descender mucho a la tierra.

-La censura, a lo mejor, obligó a la elipsis y la sutileza...

-Siempre se ha dicho que los escritores escribían, gracias a la censura franquista, con más imaginación entonces, con la sutileza necesaria para sortearla. Pero yo creo que entonces lo que había era escritores de verdad, y lo que hay ahora es una mierda, con perdón. Vaya, que ha descendido muchísimo el nivel. En todo el mundo. O a lo mejor solo son suspiros de un viejo como yo [ríe].