La Premier xacobea del Leicester City

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

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El escritor Julian Barnes, seguidor del equipo de su ciudad natal, abrazó al Apóstol en Santiago y pidió que los Foxes no descendiesen: ahora han ganado la liga

19 mar 2019 . Actualizado a las 11:12 h.

El escritor Julian Barnes (Leicester, 1947) confiesa que no siempre ha sido seguidor del equipo de su ciudad natal. Hubo un tiempo, recuerda, antes de que aprendiese a leer o a sintonizar una radio, en el que aún no conocía esa mezcla de «tibias esperanzas y agotadoras decepciones» con que califica sus «seis décadas y media» de compromiso futbolístico. El Leicester City ascendía a la Premier con cierta regularidad, pero, claro, como apunta Barnes, eso significa que también descendía con la misma frecuencia. Llegó cuatro veces a la final de la FA Cup, las cuatro las perdió. El escritor se lo toma con filosófica resignación: «Las decepciones te endurecen. Ser seguidor del Leicester supone un buen entrenamiento para apoyar a Inglaterra».

Así que Barnes hace lo que hacen todos los seguidores cuando los resultados no acompañan: soñar despiertos. Su libro Una historia del mundo en diez capítulos y medio empezaba con un relato muy peculiar del arca de Noé y se cerraba con un capítulo titulado precisamente El sueño. El narrador, que se despierta en el cielo, lee en el periódico la noticia de que el Leicester, su equipo, ha ganado la liga. Para que su felicidad sea completa, hasta el seleccionador de Inglaterra convoca a todos los Foxes.

No es la única referencia bíblica en la obra de Barnes. El escritor le dedicó un libro a la idea de la muerte y cómo la religión ha abordado la vida del más allá. Nada que temer arranca con uno de sus comienzos más celebrados: «No creo en Dios, pero le echo de menos». Una actitud que también se reveló el pasado marzo durante su estancia en Santiago para recoger el premio San Clemente por su novela Arthur & George. Después de recorrer maravillado el interior de la catedral, el escritor subió los escalones por los que se accede a la figura del Apóstol para darle un abrazo. Una explicación que escuchó sonriente, pero sin ademán alguno de querer cumplir con la tradición. «La selección española viene antes de la Eurocopa y el Mundial. Los jugadores le dan el abrazo y le piden su ayuda. Así es como ganaron», le comenté, por romper el extraño silencio con la primera anécdota que me vino a la memoria. Y entonces, Barnes abrazó al Apóstol: «A ver si consigue que el Leicester no descienda», dijo, y todos nos reímos.

Por aquel entonces, los Foxes eran firmes candidatos a dejar la Premier. Aquel mismo día, 4 de marzo del 2015, perdieron 2-0 con el Manchester City, como si la providencia divina se burlase de Barnes. Las dos jornadas siguientes empataron y volvieron a perder, esta vez contra los Spurs. Pero entonces todo cambió: sumaron siete victorias, un empate y una derrota, lo que les permitió no solo no descender, sino incluso acercarse a la mitad de la clasificación.

Lo que no sabíamos quienes acompañábamos a Barnes en la catedral es que después de abrazar a Santiago le dedicó un pensamiento: «Si lo consigues, quizá hasta tenga que creer en ti». El escritor lo recordó ayer, confesando además la «cierta zozobra moral» que sintió cuando vio que su plegaria había sido atendida. Lo que ya excedía todas sus expectativas era que el Leicester acabase proclamándose campeón de la Premier apenas un año después de aquel abrazo apostólico. Su nerviosismo fue creciendo a medida que progresaba la temporada y ahora ha podido culminar en una felicidad que le lleva a preguntarse por qué Inglaterra no podría ganar la Eurocopa. Las «cinco buenas razones» en contra -Alemania, España, Italia, Francia y Holanda- no tienen por qué ser más difíciles que las cinco del Leicester en la liga: Manchester City y United, Chelsea, Arsenal y Spurs.

Pero Barnes sigue siendo realista. Las posibilidades de que su equipo reedite su triunfo el año que viene son «cero», ya que el dinero, cree, volverá a «tomar el mando». Lo cual no es obstáculo para seguir soñando, con la ayuda del Apóstol, aunque eso signifique llevar su «suerte teológica» demasiado lejos: «Queda el asunto menor de la Champions League. Entonces sí que creería en ti de verdad».