Del Paso: «El 'Quijote' me enseñó que humor y literatura no están peleados»

miguel lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Fernando Alvarado | EFE

Superados los infartos cerebrales que lo dejaron mudo y postrado hace tres años, el premio Cervantes reconoce la influencia en su obra de Valle y Cela

22 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Del Quijote me asombró la riqueza del lenguaje y que la seriedad se llevara tan bien con el humor. Me enseñó que el humor y la literatura no están peleados». Esta es la lección que Fernando del Paso (México D.F., 1935) aprendió de su temprana lectura de la obra de Cervantes, con doce años. Lo explicó ayer en Biblioteca Nacional, a 48 horas de recibir de manos del rey en la Universidad de Alcalá de Henares el premio mayor de las letras hispanas. Hablará «un poquito de política y mucho de literatura» y de la «decadencia» de su país, «que ya no cree en sí mismo».

Superados los infartos cerebrales que lo dejaron mudo y postrado hace tres años, está orgulloso de haber recuperado la presencia de ánimo y la voz que le robó la crisis vascular. Con un séquito de 25 personas, toda su familia -su esposa, Socorro, y su tres hijos, Adriana, Paulina y Alejando-, un puñado de amigos y su enfermera Lupita, llegó el escritor en silla de ruedas. Ofreció algunas claves de su discurso, pero se negó a entrar en honduras. «Hice tres versiones. Mis hijas me aconsejaron que no abordara tantos temas, y tenían razón», reconoce.

Además de su deuda con Cervantes, reconoce la que contrajo con otros autores de esta orilla del idioma que comparten 500 millones de humanos. «El escritor español que desató mi vocación fue Miguel Hernández con El rayo que no cesa. Quise escribir sonetos como él» aclaró. Fue una influencia decisiva, pero no la única. «Gabriel Miró también me interesó mucho, como Cela, los Goytisolo, los Machado, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Menéndez Pidal o Ramón y Cajal», enumeró. Pero sus nutrientes literarios de más poder y provecho son de tiempos de Cervantes. «Los clásicos del Siglo de Oro me alimentaron y me alimentan».

Su norte ha sido «el respeto a las letras y la disciplina». Durante años se levantó a las cuatro para fajarse con unas novelas complejas y extensas a las que dedicó toda su energía. «Hay que sentarse a escribir aunque no se tenga nada que decir. Insistir hasta que se te ocurra algo y luego revisar, revisar y revisar hasta que el texto quede, si no perfecto, de manera que exprese lo que uno quería decir», es su receta.

Crítico con México

El autor de Palinuro de México es más que crítico con su país. «México es un país en decadencia que no cree en sí mismo como creía antes», se lamentó. «Me preocupa la pobreza, la corrupción política y la abulia de sus ciudadanos. El problema no es solo que haya mucho gobernante inepto, también está el escepticismo del pueblo». También habló de su tradición literaria: «México fue parte del bum por méritos propios. El español se impuso a sangre y fuego, pero ahora nos pertenece y es tan nuestro como de ustedes».