Rock al servicio del capital

Javier Becerra
Javier Becerra RETROALIMENTACIÓN

CULTURA

28 mar 2016 . Actualizado a las 13:39 h.

La secuencia es definitiva. Primero fue el papa Francisco. Después, Barack Obama. Y por último, los Rolling Stones. Esas tres han sido las imágenes simbólicas del reciente aperturismo de Cuba. Ocurrió algo similar cuando cayó el Muro de Berlín o con la Perestroika. Entonces, la tercera fase la protagonizaron Roger Waters y Bon Jovi, respectivamente. Mostraron la idea de la libertad occidental con guitarras eléctricas, grandes montajes cuasi circenses y frases para la posteridad. Luego llegaría el negocio, claro. Las giras de rock, la Coca-cola, los McDonald's y todo lo demás. Como llegará a Cuba.

A estas alturas, cuando ya se conoce la lección, no quedan muchas dudas del papel que representa el rock a gran escala en el 2016: el de ser un engranaje más del capitalismo. Los Rolling Stones, una gigantesca máquina de hacer dinero, subliman esa idea. Su presencia, sus riffs y su transgresión empujan en una dirección. A ella señalan tiburones con ganas de echarle de una vez el diente a la isla. Su Satisfaction se podría interpretar como una ficha más en el dominó que llevará a Cuba a ser lo que durante décadas su dictador no quiso que fuera.

Quizá haya aún quien simpatice con Fidel Castro y Mick Jagger a la vez, considerándolos parte del mismo paquete. Cosas de esos packs ideológicos con mucho de dogma y poco de reflexión. Al final va a ser que los Stones contribuirán al final del castrismo. Y a la expansión total del capitalismo en el Caribe. Todo mientras suena eso de «Es solo rock and roll (pero me gusta)».