Depardieu se da un homenaje a lo Martínez Soria

José Luis Losa BERLÍN / E. LA VOZ

CULTURA

STEFANIE LOOS | Reuters

Guillaume Nicloux se pone a su servicio en «The End», un trabajo solista de entrega y devoción a la fisicidad salvaje

20 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Y después del ego inflado del filipino Lav Diaz y sus 8 horas largas de tortura, llegó ayer Depardieu. El reverso de la egomanía. Hace años que pasea por los escenarios ese aspecto físico de desmesura al nivel de sus arranques de ira o sus amistades conspicuas. Conserva esa cosa llamada carisma. Lo recuerdo el año pasado, en Cannes, en un mal filme, Valley of Love, junto a Isabelle Huppert, ambos perdidos en el desierto, pero del cual él salía airoso, montándose su película aparte. El mismo director, Guillaume Nicloux, se pone a su servicio ahora en The End, trabajo solista de entrega y devoción a la fisicidad salvaje de este tipo tan admirable en lo artístico como hiriente en sus expresiones vitales.

Pero había Depardieu por partida doble. La Berlinale dio otro tumbo al pasar de ponerse estupenda con la sesión sado de Diaz para rendirse a una comedia de humor country a la francesa, Saint Amour. En ella participa Benoît Delépine, algo así como un Dani Rovira belga después de haber conducido diez galas de los Goya. Y hay cameos de lujo de Chiara Mastroianni, Andrea Ferreol y (el mejor) Michel Houellebecq, que regenta un motel bed and breakfast y parece homenajear al Norman Bates de Psicosis. A medida que este humor granjero iba subiendo de tono basto, la sala se venía más arriba. Será verdad que tenemos el público que nos merecemos.

La sección oficial cerró su desastre con un par de goles del honor. Vimos una cinta polaca estimable, United States of Love, y una rareza de Irán, A Dragon Arrives, la sorpresa, el sleeper ilusionante de este festival. Tomasz Wasilewski encadena cuatro historias de mujeres que sufren machismo, ausencia de libertad, falta de autoestima, todo en la Polonia de 1990, sacudida por la ejecución de Ceaucescu, los primeros pornos VHS y los bigotes de Walesa. Posee corrección formal, una reivindicación del cuerpo femenino no estandarizado y un cuadro de actrices que pueden suponer premio. Mani Haghighi demuestra no ser otro cineasta más del Irán plañidero. Su filme compone una trama de complot, entre la serie negra y el cine político, capaz de sorprenderte a cada paso. Si en el 2015 ganó el romo Taxi de Panahi, sería muy justo que este dragón persa corriese igual suerte.