Oscars 2016: «La habitación», el pequeño prodigio de Brie Larson

José Luis Losa RÓTERDAM / E. LA VOZ

CULTURA

La actriz norteamericana, favorita al Oscar, estrena «The Room», mientras las cintas españolas «Esa sensación» y «Oleg y las raras artes» logran una notable acogida

24 feb 2016 . Actualizado a las 17:19 h.

Es tradición de este festival de Róterdam la de lograr cada año arañar al menos uno de los títulos fuertes de los Óscars. En esta 45.ª edición la première ha sido para Room, el drama que va a catapultar a Brie Larson a la estatuilla, por el rol de madre que vive con su hijo, nacido ya en cautiverio, un secuestro de años y poco menos que le monta un Benigni a lo La vida es bella. De verdadero knock out es la fascinación que Hollywood vive con Larson, quien ha arrebatado a Jennifer Lawrence el estatuto principesco de actriz de más fulgurante despegue.

Asistimos en Room al pequeño prodigio de cómo esta actriz, de trayectoria ya prolongada en televisión, maneja los hilos de un drama cuyas tensiones (la manera en cómo la madre consigue reinventar e idealizar para su pequeño el mundo reducido a una claustrofóbica estancia) caen en ocasiones en el trampantojo, en el efectismo melodramático. Pero a cada nuevo derrape de guion, que parece que va a hacer descarrilar este tren emocional que es Room, ahí surge Brie Larson para reencauzar el exceso con su sutil talento, el que es seguro que arrebatará el Óscar -y esto es la parte antipática del asunto- a la excelsa Cate Blanchett de Carol.

La presencia española en Róterdam pertenece a ese cine frágil que está en los antípodas de los Goya, huevos estrellados del sábado. Esa sensación marca una línea de continuidad de Juan Cavestany con su película anterior, Gente en sitios, a partir de un retablo de situaciones exprimidas del absurdo humor que habita en lo cotidiano. Es desigual y algunos de sus gags, más que improvisados, parecen perpetrados. Me interesa más la obra de cámara Oleg y las raras artes, de Andrés Duque, acercamiento a un pianista ruso nonagenario y excéntrico que llegó a tocar para Stalin. Hay en ella mimo y respeto por el perro verde. Justo lo opuesto de la fascinante y sórdida Helmut Berger, actor, en la cual el otrora play-boy, amante inspirador de Visconti y de las noches de Ibiza y Saint-Tropez, es filmado por Andreas Horvats como un anciano decrépito, de nalgas fláccidas y mente divagatoria. Un magnético recorrido por lo que fue el esplendor y hoy es la cólera impúdica de un Berger -quien fue el otrora bellísimo Luis II de Baviera- que culmina esta pieza hardcore con una masturbación dedicada al director de su estriptís de crueldad inenarrable.