Los desnudos de Ingres inundan de sensualidad el Prado

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CULTURA

Fernando Villar | EFE

Fue el último gran díscipulo de Rafael e «inesperado fecundador» de la vanguardia del siglo XX

20 nov 2015 . Actualizado a las 18:04 h.

Inclasificable, el francés Jean-Auguste Dominique Ingres fue uno de los artistas más influyentes del siglo XIX, un retratista excepcional que engrandeció y renovó especialmente el género del desnudo femenino. El Museo del Prado le rinde ahora homenaje acogiendo su primera exposición monográfica en España, en la que no faltará la que quizá sea su obra más icónica: La gran odalisca.

El imponente óleo de inspiración oriental, en el que Ingres plasmó la voluptuosidad de una mujer del harén -de ahí su nombre en turco-, rara vez sale del Museo del Louvre. La colaboración de éste, junto con el Museo Ingres de Montauban, ha sido determinante para organizar esta retrospectiva que, a partir del próximo martes, ofrecerá un recorrido cronológico por más de 60 pinturas y dibujos del maestro francés.

Según reconoció hoy ante los medios Miguel Falomir, director adjunto de conservación del Prado, pese a ser una de las grandes pinacotecas mundiales el museo madrileño «no es perfecto». Y entre sus lagunas están la ausencia de maestros extranjeros del siglo XIX como Ingres, del que no existe ninguna obra en las colecciones públicas del país. Y eso pese a que su legado es palpable en pintores como Pablo Picasso, Federico de Madrazo o Salvador Dalí.

La exposición «Ingres», que podrá verse hasta el 27 de marzo, supone por ello una ocasión «única» de ahondar en la trayectoria del pintor (1780-1867). Presentada de manera cronológica, la muestra está concebida en torno a una idea fundamental: «la voluntad de insistir en que no fue un artista academicista ni neoclásico», sino un creador profundamente original en pos de la belleza, destacó el comisario y conservador del Louvre, Vincent Pomarède.

El retrato sirve de hilo conductor del recorrido, que arranca precisamente con una imagen del joven pintor procedente del Metropolitan de Nueva York y se cierra con un autorretrato procedente de los Uffizi en el que Ingres transmite el aplomo de sus 78 años. Y es que «muy a su pesar», como destacó Pomarède, el francés alcanzó una notable fama en este género, por el que recibió numerosos encargos.

Ingres supo capturar en ellos el carácter de sus modelos, como demuestra una de sus pinturas más famosas: Napoleón I en su trono imperial. El pintor representó al emperador como una continuación directa de Carlomagno, elevándolo casi al nivel de los dioses, en este lienzo de gran formato que, como muchas de sus obras, también fue muy criticado por sus contemporáneos.

Durante su estancia en Italia, donde vivió varios años, profundizó en unos ideales artísticos que manaban de su admiración por Rafael. Así, abordó mitos de la literatura neoclásica como en Virgilio lee la Eneida y se sumergió en la tendencia «troubadour» -pequeñas pinturas anecdóticas ambientadas en la Edad Media o Moderna- con cuadros como Francisco I asiste al último suspiro de Leonardo da Vinci.

Pero sin duda, Ingres es especialmente recordado por el erotismo de sus desnudos femeninos, en los que de nuevo rechazó los cánones estéticos de la Academia. Además de La gran odalisca, considerada el primer gran desnudo de la tradición moderna, planteó la sensualidad en escenarios hostiles como Ruggiero libera a Angélica hasta llegar a su obra «más mítica por excelencia», según el comisario Pomarède: El baño turco.

También procedente del Louvre, Ingres representa en este lienzo el universo del harén: mujeres de todas las razas entregándose al placer de dejar pasar el tiempo. Para completarlo realizó numerosos estudios sobre el cuerpo femenino, en una «destrucción y reconstrucción de la forma que influirá notablemente en artistas de finales del XIX y principios del XX» como el propio Picasso, añadió Pomarède.

«La idea es: sí, Ingres miró al pasado; sí, tuvo una formación académica, pero todo ello fue el punto de partida para una originalidad excepcional», recalcó. Una de las «personalidades más universales de Francia» que, como recordaron en referencia a los atentados de París el director del Prado, Miguel Zugaza, y la directora del Museo Ingres, Florence Viguier-Dutheil, permite subrayar el vínculo de la cultura «en estos días tan difíciles».