Pareciera que cada temporada el sello Acantilado tuviese la tentación de dejar publicadas al menos una o dos obras sobre las que sentar la edición definitiva. Ha sucedido con Rabelais, Potocki, Montaigne, Zweig, Tolstói, Joseph Roth, Hawthorne, Chateaubriand, Federico de Roberto, Danilo Ki?, Simenon, Traven, Chesterton... Es decir, obras que el lector podrá vivir cien años pero no se verá en la disyuntiva de adquirir una nueva versión. Pues bien este año -o en su tramo final- le toca al novelista y dramaturgo Nikos Kazantzakis (Heraclión, Creta, 1883-Friburgo de Brisgovia, Alemania, 1957) y su Zorba el griego (1943), un relato que universalizó a mediados de la década de los sesenta del siglo pasado la película dirigida por el cineasta chipriota Michael Cacoyannis y protagonizada por los actores Anthony Quinn e Irene Papas. Vida y andanzas de Alexis Zorba, que llega de la mano exquisita de la traductora Selma Ancira, cuenta la peripecia de un hombre sencillo, apasionado y sabio, un hombre de carácter que, anota el narrador, le «enseñó a amar la vida y no temer la muerte». El autor de la polémica La última tentación de Cristo (1951) compuso en Zorba... un hermoso canto de libertad, amor, amistad, coraje, tolerancia y generosidad que ha de ser hoy libro de cabecera en esta Vieja Europa exangüe que desoye el peso de su historia y que, después de dejar a la propia madre Grecia a los pies de los caballos, se blinda ahora contra todo lo que llega del Mediterráneo. Zorba es para Kazantzakis el emblema de la vida y la plenitud, de las costumbres populares, el espejo de hedonismo y libertad en que el escritor quiere mirarse. La novela debe leerse como una invitación a la vida y una crítica a quien defiende que la existencia ha de contemplarse parapetado tras la barrera y a aquellos que se sienten en un plano superior por su posición social y cultural.