Javier Rioyo: «Queremos potenciar actividades en torno al Camino portugués»

Alfonso Andrade Lago
alfonso andrade LISBOA / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

ANDRADE

Estudiar la etapa lisboeta del autor de «El Quijote» es otro de los objetivos del director del Instituto Cervantes de Lisboa

02 oct 2015 . Actualizado a las 16:46 h.

Es periodista, escritor, director de cine y, desde hace un año, del Instituto Cervantes de Lisboa, ciudad en que los gallegos han tenido un protagonismo «histórico». Javier Rioyo Jambrina (Madrid) también tiene algo de gallego después de más de veinte años veraneando en Aldán. De las paredes de su despacho cuelgan retratos de Rosalía y Valle-Inclán, y prepara desde el Instituto un proyecto para dar a conocer mejor el Camino portugués.

-¿Nos parecemos los gallegos a los portugueses?

-Bueno, puede haber afinidades, pero aquí distingo bien a unos de otros. Incluso, aunque hablen idiomas similares, a veces también les cuesta trabajo entenderse. El gallego es gallego allá donde vaya, pero la pertenencia a España también le impregna y le diferencia. Por otra parte, los lisboetas están orgullosos de serlo: de su pasado, de su luz, de su clima...

-Parece que la colonia gallega sigue teniendo peso por aquí.

-Sí, es una comunidad muy asentada y conocida. Los gallegos llegaron en gran número a Lisboa en el siglo XVIII para la construcción del acueducto. Eran muy trabajadores y conocían bien la piedra. Trajeron a sus familias y, cuando se acabó la obra, comenzaron a emplearse como aguadores. Después se dieron cuenta de que también podían vender vino, y ahí llegaron los mesones. Hoy los restaurantes de mayor prestigio siguen en sus manos.

-Ya hablaba Saramago del buen hacer de los hosteleros de Galicia en su libro «El año de la muerte de Ricardo Reis».

-Por ese libro vine yo por primera vez a Lisboa. Por pura mitomanía me alojé en la habitación donde dormía el protagonista. Se lo conté al propio Saramago en una entrevista.

-¿Y cómo ha encontrado Lisboa ahora que ha regresado?

-Mejor que hace cinco o seis años, con mucho turismo y muy de moda. Aunque eso tiene el riesgo de una barcelonización -con toda mi admiración para esa ciudad-. El exceso de visitantes puede ser un problema.

-¿Y cree que la ciudad tuvo siempre el aire decadente que la caracteriza?

-No, no. Fue, sin duda, la capital del mundo, la vanguardia de las construcciones arquitectónicas. Había mucho dinero. El propio Felipe II se quedó maravillado con su belleza cuando llegó.

-¿Y diría usted que hay un aire de Pessoa impregnando el carácter de los lisboetas?

-Bueno, Pessoa fue uno de los animales literarios más interesantes de la historia, pero no solo un melancólico, sino también un hombre muy lúcido, aunque contradictorio. Solo en eso se parecía a Valle. Puede haber tonos de melancolía en el ciudadano de Lisboa, pero no puedo asociarlo solo a la tristeza, porque el portugués es un hombre con gran capacidad de supervivencia. Es cortés, calmado, y al mismo tiempo hace lo que quiere. Eso lo hace interesante.

-Por Lisboa anduvo también el bueno de Cervantes.

-Y se lo pasó bien. Seguro. Uno de los objetivos que tengo en el Instituto es investigar qué hizo Cervantes aquí, porque no se sabe demasiado. Parece que tuvo una hija y, desde luego, La Galatea, su primera novela, nace en las riberas del Tajo. Está llena de referencias a Portugal.

-¿Qué otros proyectos tiene usted en el Instituto?

-Pues uno con Galicia, porque queremos potenciar actividades en torno al Camino portugués; darlo a conocer y generar iniciativas de todo tipo, como las gastronómicas. Y tengo además otro empeño personal: me gustaría traer a Lisboa a Sés, que para mí ha sido el descubrimiento musical del verano. Contacté a través del alcalde de Cangas.

-¿Por qué Cangas?

-Veraneo en Aldán desde hace más de veinte años. Me llevó allí por primera vez el doctor Barros Malvar, amigo de Buñuel y de Cela, entre otros intelectuales.