Julianne Moore se aficiona a sufrir con «Freeheld»

José Luis Losa SAN SEBASTIÁN / E. LA VOZ

CULTURA

MARK BLINCH | Reuters

La actriz vuelve a enseñar las artimañas a las que tuvo que rebajarse para ganar el Óscar este marzo con un rol de enferma de Alzheimer

27 sep 2015 . Actualizado a las 12:33 h.

Es vox pópuli el roto que provocó a esta edición del festival la anulación a última hora de la presencia de Julianne Moore en la ciudad. Ella iba a recibir el Premio Donosti. Ya en el descuento, sin capacidad de maniobra,  se acudió a Emily Watson, de tirón popular es perfectamente descriptible. Aquí el modelo triunfante es el de un Richard Gere, que tiene pegada intergeneracional y hasta las amamas se revolucionan frente al María Cristina. El segundo daño colateral de la baja de Julianne Moore es que en el programa se coló una película que cobraba sentido con la pelirroja en el Kursaal. Pero sin ella respaldándolo se resalta más lo innecesario de programar Freheeld, que se malnutre de dos leitmotivs: uno, la  del cine de reivindicación gozosa del amor lésbico. Lo malo es que tras dos piezas colosales como La vida de Adéle y Carol, si se quiere hacer algo sobre esta materia o se hilvana una obra de poética mayor o mejor se calla uno, pues caerá en la irrelevancia. Así, a ver quién se cree la marciana química, mientras ven un partido de rugbi, entre Moore y Ellen Page, reciente y celebrada su salida del armario. Como pareja, apuntan menos verosimilitud que Massiel y la Caballé. Como drama de mesa camilla y sobremesa, la segunda pata del asunto es el una enfermedad terminal. Y ahí, Julianne Moore, esa actriz que adoramos como a pocas, vuelve a enseñar las artimañas a las que tuvo que rebajarse para ganar el Óscar este marzo con un rol de enferma de Alzheimer. Confío en que esta afición a los masoqueos de telemovie sean solo un receso en ese torrente de talento. Y que si Julianne Moore tiene que sufrir, sea por cuestiones de alto voltaje artístico, lejos del cielo o aún más allá.

Una de las proyecciones más celebradas de este festival fue el pase de prensa de Lejos del Mar. Imanol Uribe consigue algo insólito: abordar un drama sobre un preso de ETA excarcelado y la hija del hombre al que asesinó, Eduard Fernández y Elena Anaya. Y que semejante materia sensible termine en la sala entre carcajadas. Quédense con este titular: «Caso de síndrome de Estocolmo extremo». No es de La Codorniz sino de un periódico ficticio que se muestra en esta película cuya maldad enajenada devino fiesta del nonsense.

De Les Chevaliers Blancs, del otras veces estimable Joachim Lafosse, hay que decir que dilapida otro tema doloroso, el del drama de los refugiados en Chad, en una película latosa y gélida en la cual salva el tipo ese Darín francés llamado Vincent Lindon, que está bien bajo cualquier bandera.