«Esta canalla de literatura»

Nelson Rivera Prato

CULTURA

Una recomendación de lectura: la obra de Eduardo Gil Bera, editada por El Acantilado

27 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

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Delicado cicerone, Eduardo Gil Bera nos introduce a Joseph Roth (1894-1939) con mínimas palabras. Con tino y prosa contenida, establece el auditorio. Crea sucesivos marcos para que leamos, oigamos, veamos al impaciente, al genio indomable, al cronista efervescente que, desde el final de la guerra (1919) y hasta su muerte veinte años después, enfermo y alcoholizado, viajó, deambuló, buscó cómo sobrevivir en distintas ciudades y hoteles de Europa.

Gil Bera opera como un curador: escoge con maestría los fragmentos, los pasajes de cartas y crónicas, los pedazos de testimonios -no faltan los imprescindibles de Soma Morgenstern- que, ensayo tras ensayo, van componiendo a un hombre posible: le han bastado estas quince piezas para ofrecernos a un ser humano y a un escritor.

El carácter llameante de su escritura («Donde me va mal, ahí está mi patria»); el poderío que las pequeñas cosas adquieren en su prosa («Lo diminuto de las partes es más impresionante que la monumentalidad de todo»); su desacomodo en cualquier circunstancia («La mediocridad une a sus adeptos de las más diversas madrigueras»): Roth se siente en estas páginas. El libro tiene su clímax en el ensayo dedicado a la amistad entre Roth y Stefan Zweig: dos visiones del mundo de entonces, enfrentadas hasta que el silencio se levantó entre ambos.