Sol Lewitt: el minucioso testamento de un genio único e inclasificable

Vítor Mejuto
vítor mejuto SANTANDER / ENVIADO ESPECIAL

CULTURA

VÍTOR MEJUTO

La Fundación Botín exhibe en Santander 17 murales del norteamericano

18 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La Fundación Botín de Santander acoge desde ayer y hasta principios del año que viene 17 murales del mítico artista norteamericano Sol Lewitt (Connecticut, 1928-Nueva York, 2007), la mayoría nunca antes exhibidos en España. Sol Lewitt fue uno de los precursores del arte conceptual y estuvo presente en el nacimiento del minimal, movimiento en el que nunca se sintió cómodo y sobre el cual, haciendo alarde de su proverbial ironía norteamericana, dijo una vez que el palabro minimal debía pertenecer a ese lenguaje secreto con el que los críticos de arte se comunican entre sí a través de las revistas especializadas. En realidad, Sol Levitt es un artista único y bastante inclasificable cuyo gran logro fue separar la idea de la ejecución.

Hoy está comúnmente aceptado que el artista disponga de una legión de amanuenses que manufacturen sus obras. Los ayudantes se afanan en realizar los carísimos fetiches mientras el creador se ocupa de afilar el discurso y atender a las visitas. Además de visitar a su sastre. Pero el caso de Sol Levitt es completamente distinto. Sol Levitt plantea una idea para una obra. A continuación elabora unas instrucciones precisas y es esto lo que él entrega. Las instrucciones son seguidas por los dibujantes y Sol Levitt se diluye en el proceso de una forma consciente y serena. Él sabe que cuando entrega su idea al elemento humano la pieza va a ser enriquecida necesariamente por el individuo. La calidad de la obra ya no depende de la destreza de la mano del maestro sino de su elocuencia intelectual. El asistente no es un sujeto pasivo, no sufre el cruel eclipse que históricamente se produce en el taller del maestro. Sol Lewitt dibuja el mapa del tesoro. Pero confía y valora el trabajo de los dibujantes. Se produce una especie de ritual y las instrucciones que el maestro dejó escritas hace más de cuarenta años reviven sobre la pared con la misma potencia y contemporaneidad con las que fueron creadas. El aglutinante de este ritual es la generosidad. Generosidad por parte de Lewitt al entregar su obra y por parte del dibujante al olvidar durante un tiempo su propio trabajo personal. John Hogan, colaborador del artista hasta su muerte habla de él como el sumo sacerdote. Lewitt vive en sus dibujos. A veces las instrucciones son cerradas y la partitura es inviolable. En otras es flexible como en 50 puntos aleatorios conectados por líneas rectas. En esta pieza las instrucciones dictan que se deben colocar cincuenta puntos y conectar cada uno con los demás con una línea. No dice dónde colocar los puntos. El dibujante tiene libertad. Esta mural fue dibujado por primera vez en 1971. Lo fascinante de esta obra es que cada vez que ha sido ejecutada su apariencia es extrañamente similar. Las matemáticas y la ciencia trabajan a favor de una forma soterrada. Las formas están imantadas y funcionarán eternamente. Cada vez que un dibujante la ejecute en una pared.