De la Sota, «hacedor de pueblos»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Un libro documenta los tres poblados de colonización que el arquitecto pontevedrés construyó en la década de los 50 en la provincia de Badajoz

12 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La carrera del arquitecto pontevedrés Alejandro de la Sota (1913-1996) fue tan diversa como influyente: desde sus edificios públicos, fabriles, residenciales o deportivos hasta pequeños detalles como la elegante sencillez de sus diseños de barandillas, han creado escuela en las siguientes generaciones de profesionales. A ellos hay que añadir su visión urbanística para construir núcleos de población, como el poblado sevillano de Esquivel, que data de 1952 y que suele citarse entre sus obras más importantes.

Pero el trabajo de De la Sota para el Instituto Nacional de Colonización le permitió crear otros tres enclaves o, como escribía él mismo, «hacer pueblos». Son cronológicamente posteriores a Esquivel y se localizan en Extremadura, concretamente en la provincia de Badajoz: Entrerríos, de 1953 y La Bazana y Valuengo, ambos de 1954. Los tres son los protagonistas del libro Los pueblos extremeños de Alejandro de la Sota, editado por el Instituto de Estudios Agrarios y adaptación de la tesis del arquitecto Rubén Cabecera Soriano, quien no solo estudia y documenta minuciosamente cada uno de los poblados, sino que genera un conocimiento y valoración de estos proyectos de cara a contribuir a su conservación.

Madurez arquitectónica

Para Cabecera, los tres poblados extremeños sitúan a De la Sota en el camino hacia su madurez arquitectónica. «No es una transposición de lo que hace en Esquivel», advierte, sino que busca nuevas soluciones propias, algo que cobra especial valor si se tiene en cuenta el contexto: una España que aunque despide lo peor de la posguerra todavía está lejos del desarrollismo de los sesenta, una escasez de materiales y recursos dados por una autarquía que también impone un aislamiento hacia corrientes foráneas. Sin embargo, De la Sota es capaz de reflejar sus inquietudes profesionales aun adaptándose a la normativa, y huye de clichés dictados por el populismo y se acerca a un racionalismo entonces denostado por el régimen, que veía también en los poblados de colonización un instrumento de carácter propagandístico. El conservadurismo de estos años también tiene su reflejo en la preeminencia de la Iglesia: en Entrerríos ocupa el centro de la población, casi equiparada al ayuntamiento.

Soluciones pioneras reivindicadas hoy

Los tres poblados también son buenos ejemplos para estudiar algunas de las soluciones que De la Sota daba a los problemas que se encontraba en cada lugar. La Bazana tiene un carácter casi introspectivo, en el que las casas se organizan con forma de herradura, orientadas al sur, protegidas por árboles del exceso de soleamiento. Valuengo, en su caso, saca partido también de su orientación y vistas, adaptándose a una compleja orografía.

Para Rubén Cabecera, en estos pueblos se aprecia el ingenio del arquitecto. «Hay muchas propuestas o soluciones que ahora se utilizan mucho o que están de moda y que De la Sota ya había experimentado en su época», argumenta. Para este especialista, lo que más le llama la atención es cómo los diseños se ajustan a una escala humana. «La percepción espacial es diferente a la de una ciudad», explica, al tiempo que subraya las facilidades que daban los proyectos para ser habitados, para que los vecinos «los asimilen, los hagan suyos». En esta línea, hay espacios que se articulan como una bisagra entre lo público y lo privado, como lugares donde se pueden llevar a cabo tareas de laboreo o actividades agropecuarias. De la Sota se ocupó también del diseño de esos pequeños detalles que pueden pasar inadvertidos pero que confieren una fuerte personalidad al conjunto, desde las celosías de una iglesia hasta una fuente.

Consciente de que para valorar algo primero hay que conocerlo, Rubén Cabecera confía en que su tesis, en el ámbito académico, y su libro, dirigido ya al público en general, contribuyan a la percepción de singularidad de estos enclaves, que carecen de una normativa específica de protección. Mientras La Bazana se encuentra bastante bien conservado, en Entrerríos el desarrollo económico es mayor, lo que puede acarrear modificaciones. La iglesia también podría ser demolida. Cabecera no se opone a cambios o evolución, pero al mismo tiempo aboga por conservar el valor patrimonial.