«Mortdecai»: Todo por un bigote

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

En esta película tenemos otro «delírium tremens» de Johnny Deep -situado en los límites de la indigestión neomoderna- que haría obras maestras de los divertimentos pop de Austin Powers

11 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es evidente que Johnny Depp disfruta siendo un émulo de Peter Sellers, llenando su armario con una inabarcable lista de estrafalarios personajes amanerados. El breve lobo de Into the Woods y el indio Tonto de El llanero solitario son los últimos jalones del camino de un actor que, por mucho que en sus excesos juguetee con el desastre, siempre sale triunfante, aun en películas infumables.

Y eso es lo que tenemos en Mortdecai, otro delírium tremens de Johnny -situado en los límites de la indigestión neomoderna-, que haría obras maestras de los divertimentos pop de Austin Powers.

Mortdecai está basada en unas novelas de culto de Kyril Bonfiglioli, marchante de arte inglés y campeón de esgrima, obras que ya quiso adaptar, precisamente, Peter Sellers. Al parecer Bonfiglioli puso mucho de su personalidad en Charlie Mortdecai, cruce de un James Bond ridículo con las novelas de P.G. Wodehouse sobre Wooster y Jeeves. A Johnny le gustaban mucho, así que produjo esta peliculita hecha a su medida. El director, un tipo con talento que no ha hecho nada reseñable, ya había trabajado con Depp en La ventana secreta, otra cosa fallida a medio camino entre Stephen King, Kafka y Hitchcock.

Como aquella película, Mortdecai se queda en tierra de nadie. Durante una buena parte del metraje estamos esperando algo más que los chascarrillos surrealistas y de humor inglés que nos ofrece. La insistencia en la repugnancia que le produce a Gwyneth Paltrow el bigote que se ha dejado su marido, imposibilitando así cualquier encuentro sexual, casi se desliza por terrenos buñuelianos, inspirándose en secuencias de El perro andaluz. Pero cualquier transgresión se frena en el momento de ser formulada.

Depp se pone a buscar el cuadro de Goya perdido que contiene el número de una fabulosa cuenta suiza, pero lo del bigote aflora continuamente como si fuera la única cosa que le interesara a Johnny. Un bigote a lo Hércules Poirot, bien cuidado y peinado, como un vello púbico bajo el que emergen unos evidentes dientes separados de conejo -o de Sombrerero Loco- quizás en homenaje a los de Vanessa Paradis.

Paltrow, haciéndose la cínica, un olvidable Ewan McGregor, o un tontuno criado guardaespaldas, interpretado por Paul Bettany -que cada vez nos recuerda más a un joven Max von Sydow- completan la función. Pero lo único que permanece es Johnny -correteando cual avecilla coja-, su marca de fábrica.

Mortdecai

EE.UU.-G.B., 2015.

Director: David Koepp.

Intérpretes: Johnny Depp, Paul Bettany, Ewan McGregor, Gwyneth Paltrow, Olivia Munn.

Comedia. 104 minutos.