Colorista, luminosa e intemporal

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Si Burton apuesta en «La novia cadáver» por el terror, el tijuanense Jorge R. Gutiérrez lo hace en «El libro de la vida» por la fiesta, una sinfonía de luz y color junto a una imaginería bien administrada

04 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si bien Pixar irrumpirá en el 2016 con El día de los muertos, que seguramente arrinconará a El libro de la vida por su mayor pericia visual -que para algo dominan el cotarro animado desde hace años-, no restará un ápice de frescura y de gracia a la aportación del tijuanense Jorge R. Gutiérrez, al parecer estudioso del folclore y la mitología azteca, de la que ese día de los muertos equivale en México a nuestro día de Todos los santos, aunque a este lado del Atlántico carezca del tono festivo que allí tiene. Un mantra recorre esta trama: «Los muertos viven mientras haya memoria que les recuerde», que no está mal para redondear la jugada. Pero lo que sorprende de la película, de producción estadounidense y con el aval de Guillermo del Toro en la producción, es la sinfonía de luz y de color, junto a una imaginería singular bien administrada, sin llegar a la saturación. Hubo quien se precipitó llevando su referencia visual a la burtoniana La novia cadáver, algo que no acabamos de ver más allá de salir muertos? vivos. Burton apuesta por el terror, Gutiérrez por la fiesta.

Calificarla de obra maestra sería excesivo, entre otras cosas porque en algunos momentos el ritmo se ralentiza e incluso el movimiento de los personajes se antoja algo tosco. Hasta los diálogos adolecen de una simpleza excesiva, quizá supeditados al público infantil. Dicho eso, nada que reprochar a la historia de amor sobre la que se levanta la trama, como coartada para dar un repaso didáctico (varios críos visitan un museo y una atenta guía les comenta un sorprendente El libro de la vida) a algunas peculiaridades de esa fiesta local, que tiene en las calaveras su particular escenografía-base. Un torero al que no gusta el toreo pero sí la música y un falso héroe que en realidad es un mantecas están enamorados de la misma chica. A partir de ahí irrumpen otros personajes, que no pueden evitar algunos tópicos. Pero casi es lo de menos porque el festín imaginario y colorista ya está bien encarrilado hacia la intemporalidad. Quedará como una aportación original, que añade un componente bastante transgresor, la música, que Santaolalla evita escorar hacia el tipismo mariachi, introduciendo temas de Radiohead, Rod Stewart y Kinky, entre otros.